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Los Abbasíes y el Emirato Omeya independeinte de Bagdad Redacción (NJ) (Feb 21, 2008) Conocer el Islam |
Como quedó explicado en el artículo anterior, el destino del imperio musulmán se rigió desde Damasco bajo la dinastía Omeya hasta el año 750. Las aspiraciones al califato de los Abbasíes, otra rama de la tribu de los Quraysh, nunca se habían visto satisfechas; así que aprovecharon una reunión con los Omeya para desenvainar sus alfanjes y segar la vida de cuantos enemigos pudieron.
Tal fue la mortandad, que terminó con la hegemonía omeya e inauguró una época que tuvo como escenario la ciudad de Bagdad, que se convirtió en la nueva capital del imperio. Fue construida de nueva planta por los Abbasíes como emblema de la recién inaugurada dinastía.
Sólo sobrevivió a la matanza un Omeya, de nombre Abd al-Rahman (castellanizado como Abderramán), que pudo escapar junto a su hermano, quien era apenas un niño. Juntos protagonizaron una gesta digna de novela. Ambos eran hijos de una princesa bereber. Esta circunstancia les fue muy favorable, ya que les permitió encontrar apoyos en el norte de África que facilitaron su huida.
En su escapada hacia el occidente, Abd al-Rahman llegó a cruzar el estrecho de Gibraltar y pasó a al-Andalus. Allí consiguió alianzas suficientes para enfrentarse al emir que gobernaba la Península y vencerlo. De este modo, en el año 756, se instauró un nuevo poder que redefinió las relaciones de al-Andalus con Bagdad. El Omeya “Emigrado” (por ese apelativo se le conocía) se proclamó emir independiente de Bagdad, reconociendo la autoridad del califa de Oriente como líder de los musulmanes, pero reclamando su independencia política con respecto al califato. Es decir, mantuvo la unidad religiosa del imperio, pero quebró la política autoproclamando su autonomía de Bagdad.
Así se inauguró una etapa de casi dos siglos en la que los emires omeya hicieron de al-Andalus el reducto donde su dinastía conservó su poder.
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