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El éxito escolar en el presente curso Luis Albás Mínguez (Sep 27, 2013) Orientación Familiar |
Padres, profesores y alumnos estamos expectantes ante la aventura que supone iniciar un nuevo curso. Expectación llena de esperanza, de buenos propósitos y de alegría aunque, también, pleno de dudas e inseguridad. Podemos observar cómo nuestros hijos y alumnos quieren empezar esta nueva etapa, enmendando los errores que en el curso pasado pudieron cometer y con la esperanza de superar los retos que el nuevo curso les va a presentar.
Y, también, con alegría por volver a encontrarse con sus compañeros de clase, con sus profesores y tutores. Han llegado a comprender y a valorar los esfuerzos que estos realizaron, junto a sus padres, para ayudarles a crecer como estudiantes y como personas libres y responsables. Y están dispuestos a mejorar, a hacer caso a sus padres y profesores, a obedecerles, a dar ejemplo a sus hermanos, amigos y compañeros, con su correcto comportamiento en clase, y a hacer mejor su trabajo intelectual: su estudio personal.
Pero, tenemos la experiencia de cómo esos buenos deseos se quedan en eso: en buenas intenciones. Pero, ¿cuáles son las causas más frecuentes para “tirar por la borda” esas ilusiones, alegría, esfuerzo y compromiso personal con los que iniciarán las clases?
Señalaremos las tres principales que pueden servir, a padres y profesores, para prevenir y poner los medios adecuados antes de que empiece a ser demasiado tarde y, por tanto, sea más costosa y difícil la rectificación. Las tres están interrelacionadas. Y, como cada alumno, cada persona es distinta, dichas consideraciones se deberán adecuar convenientemente a sus necesidades individuales.
La primera es la falta de hábito de estudio. Adquirir un hábito se logra por medio de actos repetitivos que, inicialmente, deben realizarse con esfuerzo personal. Sin embargo, estudiar todos los días, siguiendo las pautas que señalan los profesores en la clase: estudiar con la finalidad de aprender (la teoría antes de realizar los ejercicios, tareas y problemas que acompañan a la teoría) no es costumbre en la mayoría de nuestros estudiantes. Se limitan, como mucho, a “hacer los deberes”.
La segunda causa obedece a la posible existencia de faltas de base, en alguna o en varias asignaturas. La falta de base se origina, normalmente, cuando se ha estado estudiando con la finalidad de aprobar, no de aprender. El estudio se limita a un ir tirando, aunque se vayan acumulando “sin saberes”, que se convierten en los lógicos sinsabores, porque lo explicado en clase no lo acaban de comprender. Y, surge la desmotivación. El estudiante no consigue solucionar “él” las cuestiones que se le plantean y acaba recurriendo a alguien (padres, profesor) que le expliquen cómo hacerlo y acaba resolviéndolo, con la ayuda inestimable de alguien. Sin embargo, ante un problema o cuestión similar (en un examen, por ejemplo) lo corriente es que no sea capaz de hacerlo.
Por último, la causa tercera, que aglutina lo anterior y lo explica, es el incorrecto modo de estudiar de los alumnos. Se estudia defectuosamente por dos motivos: el primero porque no se les ha enseñado a estudiar (se dan unas pautas generales, teóricas, ambiguas e inconexas) El estudiante, si les presta atención, lo hace en aquellos puntos que les son más fáciles cuando, precisamente, donde debe poner mayor interés es en aquellos aspectos que le son más costosos (suelen ser funciones mentales sin desarrollar: análisis, síntesis, jerarquizar conceptos, etc.) pero imprescindibles para pensar, comprender y memorizar, con mayor facilidad y seguridad, las nuevas cuestiones que ha de aprender.
El segundo motivo obedece al hecho de que muchos estudiantes no han caído en la cuenta que estudiar es un medio, no un fin. Se estudia para aprender; esta es su finalidad propia, y la garantía de aprobar. Si se estudia para aprobar y no para aprender, es lógico olvidarlo y el considerable esfuerzo realizado no le sirva de nada, o de muy poco.
Ahora bien, para aprender sí que hay que estudiar, y estudiar consiste en pensar. Pensar para comprender. Y, pensar exige un orden, un método: leer y escuchar, identificar los conceptos, analizarlos (jerarquizarlos) sintetizarlos, comparar, imaginar, memorizar, crear y expresarse correctamente de modo oral o por escrito. Es el método de estudio. |
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