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Orientación FamiliarEducar a niños menores de seis años
Luis Albás Mínguez (Jun 20, 2013) Orientación Familiar
Para que nuestros hijos alcancen el nivel de excelencia personal que deseamos para ellos, es necesario que la acción educadora comience desde los primeros años de su desarrollo. Habrá que sentar las bases de su educación desde pequeños, consolidando así la autoridad en el ámbito familiar, imprescindible en toda acción educadora.

Por ello, y para que sirva de reflexión, señalaremos un conjunto de consideraciones referidas a las diferentes etapas de la vida del niño. No creemos que sea necesario insistir sobre el hecho de que cada hijo es distinto, único e irrepetible, por lo que las citadas consideraciones se adaptarán para cada caso de modo personalizado.

1. Conocer, escuchar y hablar con nuestros hijos menores de seis años

¿Qué necesitan los niños? Las respuestas son para todos: sentirse seguros; tener estabilidad en la rutina diaria; vigilancia y control; reglas y límites concretos; explicaciones sencillas; que se valoren sus buenas acciones y actitudes; que les traten y acepten tal como son; que les respeten sus propios sentimientos, que les escuchen y puedan hablar con confianza y sin miedos.

En consecuencia, habrá que tener en cuenta:

Que educar es un arte que combina serenidad, firmeza y paciencia.

Que los niños tienen intereses y deseos, con frecuencia diferentes y, en ocasiones, opuestos a los nuestros.

Que hay que ser firmes en los límites que se le señalan, porque da al menor un punto de referencia que le permite madurar y crecer interiormente de forma harmónica.

Que cuando los padres establecemos la autoridad de una forma clara no se pierde el cariño de los hijos, por más que estos nos respondan con expresiones duras como: te odio, te odio, te odio; ya no te voy a querer más; lo que pasa es que no me quieres. Son fruto de la cólera, al no ver satisfechos sus caprichos, no de sus sentimientos más profundos.

Que educar es, en esencia, ayudar al niño a ser autónomo.

Que un estilo autoritario puede convertir al menor en un futuro adolescente tiránico con sus iguales, al imitar sus relaciones sociales como fue tratado de pequeño.

Que para que el niño tenga claro lo que es la autoridad de los padres es imprescindible que estos estén de acuerdo y actúen con los mismos criterios y métodos. A veces, puede ser lo más difícil, por lo que conviene que hablen antes entre ellos para fijar dichos criterios y medios. Nunca deben discutir delante de los hijos.

Que autoritarismo (lo haces porque yo te lo mando) no es lo mismo que tener autoridad (lo haces porque debes hacerlo). El autoritarismo impone sin explicaciones; la autoridad razona las normas e instrucciones y acaba por ser aceptada y querida por los hijos.

Que mostrar excesiva permisividad les invita a tomar el mando en el hogar ante la ausencia de límites o consecuencias. Así, el vacío de autoridad se hace presente..

Que debemos respetar los estados de ánimo de nuestros hijos (enfadados o alegres; frustrados o satisfechos, inquietos o tranquilos). Como seres humanos, tienen derecho a sentirse de determinada forma. Los estados de ánimo no se imponen, se respetan y se comparten.

Trastadas, travesuras y otros comportamientos negativos

¿Qué podemos hacer?

No perder el control. Salir de nuestras casillas es tan agotador como inútil.

Disminuir los posibles riesgos poniendo barreras físicas: armarios cerrados con llave, habitaciones con pestillo…

No etiquetar al niño (“malo”, “desobediente”, “desastre”, etc.). No existe intención perversa en sus acciones. El niño, ni es malo ni debe escucharlo, o corremos el riesgo de que acabe creyéndoselo y se comporte habitualmente como lo que le dicen que es.

Indiquemos con claridad a nuestro hijo las consecuencias ocasionadas por sus acciones (objetos rotos, libros mojados e inservibles, etc.).

Expresarle nuestros sentimientos (pena, cansancio, enfado). El niño nos quiere y no desea vernos así, por lo que acabará por no hacer lo que nos entristece, apena o irrita a quienes él más quiere.

Expongamos con claridad los primeros límites y las principales reglas de conducta, lo que puede o no puede hacer y lo que debe o no debe hacer. Atención especial a las tareas que realizan en la etapa preescolar. No hacer concesiones. Hay que ayudarles a que lo hagan bien, lo mejor posible. Y, tener paciencia.

Seamos perseverantes en los mensajes; cuántas más veces escuche la norma, antes la interiorizará y más temprano comenzará la auto-regulación.

Empecemos a anunciar las primeras consecuencias negativas de su comportamiento negativo (“si vuelvo a verte subido a la mesa, estarás sólo en tu cuarto, un rato”)

No es bueno delegar el ejercicio de la autoridad en otros (abuelos, maestros).

Cumplamos siempre aquello que prometemos.

Por caótica que se vuelva la dinámica familiar a partir del continuo mal comportamiento de un hijo (o de varios) nunca “tiremos la toalla”. Es importante recordar que educar no es sencillo. Necesitamos creer en nosotros mismos como educadores valiosos y permanecer serenos y perseverantes.

Acciones negativas

¿Qué podemos hacer?

Cuando el niño ha traspasado un límite, tengamos claro que hay que hacer algo. Así, habrá que emplear un tono adecuado a la situación, indicarle con claridad qué regla infringió, aplicar una consecuencia negativa, de inmediato: una tarea extraordinaria del hogar, la pérdida de un privilegio, la aplicación del método “tiempo-fuera”, etc.

Es imprescindible permanecer firmes y no ceder ante sus quejas, acusaciones o intentos de chantaje afectivo. Si lo hacemos así, el niño acabará dándose cuenta de que esas estrategias no funcionan y probará otras más adecuadas. Por eso, conviene no ceder. No podemos permitir el lamentable espectáculo de constatar cómo el niño que actuó mal “se sale con la suya”. Y, no nos culpemos si, a veces, hacemos las cosas mal: cambiemos.

Con todo, hemos de tener siempre presente que no es un niño malo, sino un niño que se ha portado mal.

Reglas útiles para el uso del “tiempo fuera”

El espacio físico en el que se ubicará el niño debe ser seguro (la cocina o el cuarto de baño están llenos de objetos o electrodomésticos peligrosos) y evitemos que el niño tenga a su alcance objetos con los que distraerse: es un “tiempo para pensar” o, al menos, para no hacer nada.

Le explicaremos con claridad por qué se le ha mandado allí (cuál fue su comportamiento negativo concreto). Una vez hecho esto, se le marcará un tiempo fijo (se dice que un minuto por año cumplido). Si el niño es muy asustadizo, es bastante consolador tener un reloj a la vista. (“cuando esta manecilla llegue aquí, pedirás permiso para volver con nosotros”). Finalizado el tiempo, le preguntaremos por qué cree que estuvo excluido temporalmente. Si no es capaz de expresarlo, le podemos ayudar con “pistas” o frases incompletas (“empujaste a…”, rompiste…”)

¿Y si el niño se “escapa” de su sitio para pensar?: no debemos permitirlo; se le conducirá de nuevo al mismo lugar, y le diremos que el tiempo comienza a contar otra vez desde ese momento.

Comunicación sobre sexo, drogas

Procuremos evitar.

Mentir. “No ni tu madre ni yo fumamos”; “yo nunca bebo alcohol”. Cuando descubre la verdad se siente decepcionado, confundido y engañado.

Rehuir de pleno el diálogo. “De eso es mejor no hablar”; “deja de hacer preguntas raras”. Si quiere hablar y sus padres se niegan, preguntará a otros.

Banalizar o frivolizar. “No te preocupes, eso son tonterías de la tele”; “no hagas caso, eso son cosas de gente rara”. Se invita a pensar que con las drogas, el sexo no pasa nada.

Pasarle la pelota a otros. “Ya te lo explicarán en el cole”; pregúntaselo a tu padre – o madre, yo de eso no sé nada. Pensará que sus padres quieren desentenderse de él. Por otra parte, puede llegar a creer que tú no cuentas para nada en según qué situaciones.

Asustar. “Los que prueban el tabaco o el alcohol se vuelven drogadictos y todos los drogadictos acaban muertos o en la cárcel”. El miedo no es precisamente la emoción más conveniente, ante un tema tan delicado.

Atacar. “Esas preguntas no son para niños”; “Eso te pasa por ver tanta tele, voy a prohibir encenderla”; “¿Tú quién te crees que eres para decir eso?”, “Cállate la boca o te castigo”. Cuando un niño se siente atacado o acusado, “toma buena nota” y, tal vez, no quiera arriesgarse de nuevo, dejando de acudir a nosotros para calmar sus inquietudes.

Comunicación positiva

¿Qué podemos hacer?

Tal vez, uno de los aspectos más importantes en la educación de nuestros hijos sea el establecer, desde muy pequeños, un canal fluido de comunicación. Por ello, es necesario acostumbrarse a escucharles activamente, mostrando cariño, confianza y atención completa para poder conocer sus sentimientos y necesidades. Por el contrario, habrá que evitar escucharles con suspicacias y con la intención de manipular. Esta es la razón por la que conviene confirmar lo escuchado. La finalidad es saber si pretende engañar conscientemente, aunque sea por llamar la atención, o por causa de su carácter fantasioso e imaginativo.

Así pues, hay que prestarles una atención positiva, para lo cual deberemos estar disponibles, tener paciencia con sus largas peroratas, aguantar sus bromas y reírse sinceramente con sus ocurrencias.

Es muy útil preguntarles, pero con la finalidad de aprender, de conocerles mejor, evitando el que se sientan constantemente interrogados y procurando que sus respuestas no sean causa directa de castigos, o llamadas de atención, porque aprenderán a ocultar la verdad, o a callarse.

Siempre hay que transmitirles mensajes combinando “eres”, como muestra de afecto (“eres” lo más bonito del mundo, “eres” un gran chico) con “haces”, con la finalidad de estimularles a que perseveren en hacer las cosas bien (“estoy muy contento por lo ordenado que está tu cuarto”, “me encanta ver lo bien que usas los cubiertos”)

Valores básicos a desarrollar en niños hasta los 7 años

* Obediencia: “Acepta, asumiendo como decisiones propias, las de quienes tienen y ejercen la autoridad, con tal de que no se opongan a la justicia, y realiza con prontitud lo decidido, actuando con interés para interpretar fielmente la voluntad del que manda”.

* Orden: “Se comporta de acuerdo con unas normas lógicas, necesarias para el logro de algún objetivo deseado y previsto, en la organización de las cosas, en la distribución del tiempo y en la realización de las actividades, con iniciativa propia sin que sea necesario recordárselo.”

* Sinceridad: “Manifiesta, si es conveniente, a la persona idónea y en el momento adecuado, lo que ha hecho, lo que ha visto, lo que piensa, lo que siente, etc. con claridad, respecto a su situación personal o a la de los demás.”

  
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