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Orientación FamiliarAcción motivadora y auto-motivación. En busca de la excelencia.
Luis Albás Mínguez (Jun 11, 2013) Orientación Familiar
Una frase frecuente de muchos padres: ¡Mi hijo no está motivado para estudiar! Y entre las peticiones que nos realizan, la más llamativa: ¡a ver si logran motivarle! Pues bien, antes de entrar en la acción motivadora es preciso considerar el estudio como lo que realmente es: una modalidad de trabajo.

El estudio es trabajo intelectual que está relacionado con diversas capacidades humanas, especialmente con la capacidad de aprender. Implica una tarea y una forma de realizarla. Y no hay dos personas que trabajen del mismo modo. Por tanto, habrá en cada caso un estilo personal de estudiar. En consecuencia, enseñar a estudiar no es sólo capacitar técnicamente para la realización del estudio – tarea, sino también fomentar en cada persona una mayor responsabilidad respecto a un correcto y eficaz estilo personal de estudio.

Del estudio no basta decir que requiere, por ejemplo, el desarrollo de la capacidad lectora y del pensamiento crítico, la búsqueda y selección afanosa de fuentes idóneas, la distribución adecuada del trabajo a realizar en el tiempo, la ordenación de los materiales de trabajo, la efectividad en el tiempo empleado, etc. Se trata, además, de responsabilizarse, dentro de su estudio personal, de un estudio mejor hecho.

Dejando para otros artículos la metodología de estudio que es más adecuada para mejorar la forma de estudiar de cada alumno, habría que destacar la necesidad de que su estudio lo lleve a cabo como un trabajo más. Por tanto, quienes dirigen ese estudio, los profesores y educadores, deberían ser expertos en actitudes hacia el trabajo, con el fin de aprovechar su estudio personal como ocasión y medio de educación para el trabajo.

Es necesario referirse a los motivos para un estudio bien hecho. Podemos destacar, como mínimo, tres componentes en la motivación del aprendizaje: a) afán de saber; b) necesidad de auto - superación; c) tendencia o deseo de ser reconocido y aceptado en el ámbito familiar, escolar y social.

Antes de aclarar cuáles son los principales motivos para que el estudio sea verdaderamente un trabajo humano, es conveniente volver a pensar sobre otros componentes que, por ser negativos, dificultan la actividad que realizan los estudiantes: las limitaciones personales y ambientales. Estas reflexiones son necesarias para saber qué se quiere, qué objetivos se pueden perseguir en la actividad que están realizando para el desarrollo de la propia libertad responsable, incluido el desarrollo de un conjunto de virtudes humanas y, en muchos casos, de virtudes sobrenaturales.

No sería realista quien quisiera ignorar la existencia de algunas limitaciones que deben ser superadas para lograr los referidos objetivos de mejora personal en su trabajo intelectual: el estudio. Son muchas las limitaciones personales que podemos observar cada uno en nosotros mismos. Como ejemplo, dada su relación el trabajo intelectual, mencionaremos algunas. La primera: la desorientación profesional, que se concreta en no encontrar sentido a lo que está haciendo, entre otras razones, al no tener ilusión por ninguna actividad profesional futura que les atraiga, salvo aquellas que, sin demasiado esfuerzo, les vengan a facilitar un vida cómoda y lucrativa. Un indicador: la elección por parte de los alumnos de aquellas asignaturas que son más fáciles de aprobar (profesor menos exigente) independientemente de que sean otras hacia las que tienen mayor vocación.

Otra limitación importante es la incompetencia. Hoy, muchos de nuestros estudiantes son incompetentes, no saben ni tienen interés por aprender. Están en permanente estado de huelga, de “codos caídos”, propiciado por un ambiente permisivo (falta de autoridad de padres y profesores) que, por ser generalizado, crea un clima de desgana colectivo, donde se compite no por ser mejor, sino por diluirse en la mediocridad, e ir tirando.

Otra limitación personal es la falta de perseverancia. Falta de esfuerzo personal, de afán de superación que influye negativamente en el trabajo bien hecho, acabado. Puede estar relacionado en unos casos con la pereza; en otros con el cansancio.

Hay otras limitaciones personales que se manifiestan en actitudes negativas ante el estudio. Principalmente la ausencia de querer colaborar, de asumir la responsabilidad que le corresponde asumir en el ámbito familiar, escolar y social, con su trabajo personal bien hecho.

Entre las limitaciones ambientales habrá que destacar las actitudes negativas de amigos, y compañeros de estudios (la tendencia a no hacer, al mero cumplimiento, a la rutina…) Sólo teniendo personalidad, es decir, un nivel aceptable de desarrollo personal, se puede evitar o superar esta influencia.

De otro modo, el mismo ambiente en el que viven no les ayuda a interesarse por cosas importantes. Los programas televisivos que ven, y las conversaciones que escuchan, las personas a las que se admira: artistas, cantantes… no son precisamente el mejor ejemplo que les incite a tomarse la vida con mayor seriedad, esfuerzo y responsabilidad. Porque todo lo anterior está impregnado de superficialidad y, en ocasiones, de manifiesta inmoralidad.

Las anteriores consideraciones nos llevan a afirmar que sólo se realizará un trabajo intelectual bien hecho y con responsabilidad personal quien tenga motivos suficientes, aunque sean adecuadas las condiciones familiares y del centro donde realiza sus estudios. Por otra parte, están condiciones se verán incrementadas si, en quienes dirigen y orientan al estudiante, han descubierto los motivos para llevar a cabo un trabajo humano.

¿Qué es un motivo? Podemos dar por supuesto que lo sabemos sin haber nos parado a pensar formalmente en ello. Con toda seguridad contestaríamos diciendo que es “algo que mueve al ser humano, a su voluntad, a realizar algo de un modo concreto. Y, puesto que la voluntad – por naturaleza - tiende al bien, es evidente que la mueve el bien. Luego, los motivos, de algún modo, están relacionados con el bien. Pero no será, corrientemente, un motivo el bien en general, sino en algunas de sus manifestaciones, captadas como valores.

Nos mueven los valores en el momento que son captados en grado suficiente. O, lo que es lo mismo, en cuanto se da un cierto descubrimiento del valor como un bien interiorizado personalmente. Esto lo entendemos fácilmente con un ejemplo. Los educadores hemos podido interiorizar el valor que tiene estudiar bien, estudiar para aprender, para saber. Podemos afirmar, por tanto, que los educadores podemos estar motivados para que el estudio se realice con la citada finalidad. Estamos motivados en este sentido. Pero hasta que el alumno no descubra el valor que tiene estudiar para aprender, para saber, para mejorar como persona, quienes estamos motivados somos los educadores, no los alumnos.

De un modo más preciso diremos que un motivo es la consecuencia de haber descubierto un valor. Ahora bien, estas últimas palabras nos permiten distinguir entre un motivo verdadero de un pseudo - motivo. No es lo mismo sentirse movido, en la conducta, por algo a lo que yo le asigno un valor que por algo que tiene valor. Y ambas cosas no siempre coinciden. Por eso decimos que no se trata de crear valores, sino de descubrirlos.

De ahí la importancia de una gran claridad de ideas respecto a los verdaderos valores. De lo contrario, podemos confundirlos. Así, se puede dar valor a que el estudiante apruebe. Con esto nos conformamos los educadores, padres y profesores y, por supuesto, el estudiante. Pero, lo que hemos hecho es crear un pseudo – valor y hemos perdido de vista o no hemos descubierto el verdadero valor que encierra el hecho de estudiar. Por ello, los motivos pueden y deben ser rectificados, en cuanto que las propias limitaciones personales los desvirtúan, los empequeñecen. En este sentido suele distinguirse entre motivos nobles y motivos innobles. La nobleza de un motivo radica en su relación con la actitud de mejora y su carácter negativo con el egoísmo, con la superficialidad.

Motivaciones en el estudio. Lo primero que debe quedar claro es que estamos pensando en motivos para que el trabajo intelectual a realizar por el estudiante sea un trabajo humano. Es decir, realizado con libertad y responsabilidad personal.

Y, si consideramos la tarea a realizar observamos fácilmente que el propio hecho de estudiar es una fuente de motivos.

Y es una fuente de motivos por los objetivos que se desean alcanzar, si estos objetivos son suficientemente conocidos y si enlazan con las posibilidades y las necesidades reales de la persona. Por ello, y desde esta perspectiva, los motivos para estudiar existen, son posibles y, a la vez, necesarios para cada estudiante. Lo que falta es que los descubra.

Hay motivos en todo trabajo intelectual, en el estudio personal, en cuanto es un medio para: 1) desarrollar las propias capacidades intelectuales y humanas; 2) para incrementar el valor de las cosas y 3) para servir a los demás.

El primer tipo de motivos - referente al autodominio - supone relacionar el trabajo intelectual con el desarrollo de la propia personalidad. El estudio es el medio idóneo para potenciar las capacidades intelectuales, enriquecer la inteligencia (al adquirir nuevos conocimientos) y para desarrollar los valores, que es donde se concreta el ser personal (la persona humana es un ser de valores: orden, sinceridad, obediencia, autoestima, fortaleza – esfuerzo, perseverancia, etc.)

El segundo tipo de motivos supone relacionar el trabajo intelectual, el proceso de aprendizaje, con un mayor dominio sobre las cosas (ideas, pensamientos, arte, ciencia o técnica). Si se dominan, es posible cambiarlas, mejorarlas. Pocas veces se piensa sobre este vital aspecto en la formación intelectual de los estudiantes. Conocer el origen, esencia y naturaleza de las ideas, conceptos y saberes es adquirir poder sobre ellos, dominarlos para, posteriormente, y solamente de este modo, poder modificarlas, mejorarlas. En la creatividad que se imprime al trabajo intelectual radica, precisamente, el progreso humano. De este modo, se da una modificación en las propias ideas, al ser interiorizadas por cada ser humano. Ya no son las mismas ideas. Así mismo, también la persona queda modificada, al quedar impregnada de los saberes adquiridos. Tampoco la persona es la misma. Ha mejorado y está en disposición de actuar, de trabajar aportando algo nuevo.

El tercer tipo de motivos – que se refieren al valor servicio y, por tanto, incluyen los anteriores – supone relacionar el trabajo intelectual con el encuentro con los demás (padres, hermanos, profesores, compañeros, amigos…), con el progreso de la humanidad entera. Se concreta en la actitud de querer aportar lo máximo que pueden dar. De ahí el interés por aprender, de saber, de desarrollar su personalidad, como justa respuesta a todo lo que están recibiendo.

En relación con estos motivos pueden distinguirse: a) personas generosas; b) personas egoístas. Y, desde luego, cabe una inmensa gama de preocupación por ayudar a mejorar a los demás, y por añadidura, de preocupación o inquietud familiar y social.

La auto – motivación. Lo anteriormente reflexionado nos lleva a concluir afirmando que la auto - motivación está relacionada directamente con el descubrimiento de los valores. Es el propio estudiante quien debe descubrir lo valioso del trabajo intelectual que está realizando. Así, por motivación suele entenderse el proceso de descubrir valores o la ayuda ajena para facilitar este descubrimiento.

Como proceso, la motivación incluye tres fases: 1) Aceptación de un valor; 2) Preferencia por un valor; 3) Compromiso. Se nota la aceptación en la constancia de las respuestas. La preferencia se advierte en la determinación de buscarlo específicamente. Comprometerse con un valor equivale a identificarse con él y, en consecuencia, se vive la lealtad con todo lo que ese valor implica.

¿Cómo motivar? Como ayuda, la motivación consiste en acercar un valor a la conciencia de una persona, sobre todo mediante el ejemplo, detalles, cosas pequeñas o actividades relacionadas con sus posibilidades y necesidades.

Se deduce de todo lo anterior que se necesita ir orientando, poco a poco, a nuestros hijos y alumnos, según su edad, carácter y temperamento, para que desarrollen su personalidad y alcancen la madurez y autonomía individual que desean y necesitan para contribuir al propio progreso personal, familiar y social. Consiste en plantearse el reto de la búsqueda de la excelencia en su educación.

  
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