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CineEstrenos de la Cartelera
COPE (Mar 14, 2014) Cine
Un Viernes más, os traemos un completo y exhaustivo análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellaana comentan “Dallas Buyers Club”, “Una vida en tres días”, “Ocho apellidos vascos”, “La bella y la bestia”, “Pelo malo” y “Las maestras de la República”.

Dallas Buyers Club *** (7)

FICHA TÉCNICA.- Director: Jean-Marc Vallée. Intérpretes: Matthew McConaughey, Jared Leto, Jennifer Garner, Denis O’Hare, Steve Zahn, Dallas Roberts, Kevin Rankin. Guion: Craig Borten y Melisa Wallack. EE.UU. 2013. Drama. 117 min. Adultos.

Si algo ha sorprendido en la reciente entrega de los Oscars de Hollywood es que los dos premios de interpretación masculina (

Matthew McConaughey y Jared Leto) hayan ido a parar al mismo filme, “Dallas Buyers Club”, que estaba también nominado a mejor película y guion original. Un drama sórdido y duro que recrea un episodio real, seguramente más duro y sórdido que su versión cinematográfica.

Estamos en 1986. El boom del SIDA ha estremecido al mundo entero, y no sólo a los colectivos de homosexuales, sino a todos aquellos que llevaban una vida sexual promiscua e irresponsable. La industria farmacéutica se ve ante el reto de descubrir tratamientos adecuados, e inevitablemente se pone en marcha una maquinaria atravesada de fuertes intereses económicos. Ron Woodroof (Matthew McConaughey) era un electricista texano, homófobo, amante de los rodeos, y empedernido mujeriego y consumidor de drogas. Cuando le diagnostican el SIDA, y le dan un mes de vida, adquiere por primera vez conciencia de la responsabilidad ante su propia vida.

Le empiezan a suministrar el medicamento oficialmente protocolario en Estados Unidos para el tratamiento del SIDA, el AZT. Ante la ausencia de resultados satisfactorios, y tras contactar con diversas personas, Ron comienza a investigar por su cuenta, como hicieron los padres del enfermo chaval de “El aceite de la vida” (“Lorenzo’s Oil”). Así, marcha a México, donde un médico clandestino le proporciona unos medicamentos que parecen hacerle mejorar. De vuelta a Estados Unidos, solicita esos fármacos en su hospital, donde le comunican que no están autorizados por la Food and Drug Administration (FDA). En ese momento, Ron comprende que la compañía farmacéutica fabricante del AZT marca las directrices de la agencia federal, y decide importar ilegalmente esas sustancias, no sólo para él, sino para todos los enfermos de SIDA de su localidad. Crea entonces el Dallas Buyers Club, una tapadera que le permite distribuir los fármacos en el límite de la legalidad. Para ello, se asocia con Rayon (Jared Leto), un gay que abrirá su mercado al mundo de los homosexuales.

El filme, sin embargo, no es sobre la homosexualidad. Por un lado, al estilo de “Erin Brockovich”, relata la lucha de un hombre contra el sistema. Por otro, denuncia ciertas prácticas hegemónicas de las compañías farmacéuticas. Pero, fundamentalmente, es la historia de un hombre que descubre el valor de la vida cuando está a punto de perderla; un descubrimiento que incluso despierta su religiosidad. Es hermoso el momento en que, juntando las manos ante las velas de un night club, se dirige a Dios y le dice: “Si estás ahí, dame otra oportunidad, dame un respiro, no estoy preparado, dame al menos una señal”. Otro momento significativo es cuando, al tomar conciencia de su vida y su muerte, detiene el automóvil y lanza un grito sordo como el que lanzara Michael Corleone al final del “Padrino III”.

Se echa en falta un juicio más claro sobre la vida deshumanizada de los personajes. Aunque, es tan sórdido el mundo que nos muestra, de una fragilidad enorme, sometido a la esclavitud de las drogas y del sexo, que las imágenes por sí solas emiten un juicio implacable. Por otro lado, la homofobia de Ron no deja paso en él a una celebración de la homosexualidad, sino al descubrimiento del ser humano que hay en cada homosexual, un ser humano que despierta en él la compasión.

El director canadiense Jean-Marc Vallée ya había tratado personajes históricos —como en su brillante “La reina Victoria” (2009)— y se había acercado al mundo de la homosexualidad en “C.R.A.Z.Y.” (2005), una película amable pero muy complaciente. Por último, también se adentró en el mundo de las vidas rotas con la compleja “Café de Flore” (2011). Para “Dallas Buyers Club”, ha contado con el guion de Melisa Wallack —”Mi vida es una ruina”, “Blancanieves (Mirror, Mirror)”— y el debutante Craig Borten. Sin duda, este filme tendría mucha menos hondura dramática sin la excelente interpretación de Matthew McConaughey. Dicho todo esto, hay que advertir claramente que no hablamos de una película para todos los estómagos; es un filme para adultos acostumbrados a un cine hiperrealista, en el que no se le van a ahorrar imágenes fuertes y explícitas. J. O. (“Alfa y Omega”).

Una vida en tres días (Labor Day) *** (6,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Jason Reitman. Intérpretes: Kate Winslet, Josh Brolin, Gattlin Griffith, Tobey Maguire, Tom Lipinski, Clark Gregg, Brighid Fleming, Maika Monroe, Alexie Gilmore, Lucas Hedges, James Van Der Beek, J.K. Simmons. Guion: Jason Reitman, basado en la novela “Como caído del cielo”, de Joyce Maynard. EE.UU. 2013. Melodrama. 111 min. Jóvenes.

Después de triunfar entre el público y la crítica con “Gracias por fumar”, “Juno” y “Up in the Air”, el canadiense Jason Reitman —hijo del también cineasta Ivan Reitman— mostró un cierto desfallecimiento creativo en “Young Adult” (2011). Ahora lo confirma en “Una vida en tres días”, adaptación de la novela “Como caído del cielo”, de la estadounidense Joyce Maynard, madre del actor Wilson Bethel y autora del best seller “Todo por un sueño”. Se trata de una película tan estimable como “Young Adult”, pero sin la chispa y hondura de los tres primeros largometrajes de Reitman.

Verano de 1987, en una pequeña localidad de New Hampshire. Tras el divorcio de sus padres, Henry Wheeler (Gattlin Griffith), de 13 años, se ha convertido en el hombre de su casa, donde cuida como puede a su deprimida madre, Adèle (Kate Winslet), que arrastra un doloroso pasado y tiene la autoestima por los suelos. La vida de ambos cambia radicalmente cuando un hombre misterioso los aborda en un supermercado, obligándoles a ocultarle en su casa. Pronto comprenden que se trata de Frank (Josh Brolin), un peligroso convicto que se ha escapado de la cárcel, donde cumplía una condena de 18 años por asesinato. Con él pasarán el largo fin de semana del Labor Day (Día del Trabajo).

La película padece un guion irregular, que pasa de un largo planteamiento bastante sólido a un desarrollo algo tópico y epidérmico, hasta culminar en un desenlace demasiado abrupto y un epílogo convencional. De todas formas, el conjunto se sostiene gracias a una esmerada puesta en escena naturalista, y a las excelentes interpretaciones del trío protagonista —Kate Winslet optó por su trabajo al Globo de Oro a la mejor actriz dramática—, a través de las que Jason Reitman logra mantener la intriga y la tensión sin extremar el melodrama. Además, siempre ofrece una mirada incisiva y nada complaciente sobre la maternidad y la paternidad heridas, los efectos nocivos del divorcio en los hijos, la necesidad de un padre —sobre todo en la adolescencia— y, en general, la decisiva importancia del amor en la vida de las personas. J. J. M.

Ocho apellidos vascos *** (6,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Emilio Martínez-Lázaro. Intérpretes: Dani Rovira, Clara Lago, Carmen Machi, Karra Elejalde, Alfonso Sánchez, Alberto López. Guion: Borja Cobeaga y Diego San José. España. 2014. Comedia. Jóvenes-adultos.

Rafa (Dani Rovira) es un pijo que no ha tenido que salir jamás de Sevilla para conseguir lo único que le importa: el fino, la gomina y las mujeres. Todo cambia cuando conoce a la primera mujer que se resiste a sus encantos: Amaia (Clara Lago), una vasca de armas tomar. Decidido a conquistarla, se traslada al pueblo guipuzcoano de la chica, donde le acoge en su caserío Merche (Carmen Machi), una vitalista viuda extremeña, que lleva años viviendo en el País Vasco. De acuerdo con Amaia —que acaba de romper con su novio de siempre—, Rafa se hace pasar por vasco ante Koldo (Karra Elejalde), el padre de la chica, un pescador tosco y euskaldún, que lleva seis años atrapando atunes. En concreto, Rafa asegura ser un líder “abertzandal” de la “eskalera” borroka, de nombre Antxon, de alias Iñaki el Metralleta, y con sus ocho apellidos vascos: por su “aita”, Gabilondo, Urdangarín, Zubizarreta, Arguiñano; y por su “ama”, Igartiburu, Erentxun, Otegi… y Clemente.

Ya esta sinopsis deja entrever el tono disparatado y políticamente incorrecto de esta comedia del madrileño Emilio Martínez Lázaro (“Amo tu cama rica”, “Los peores años de nuestra vida”, “El otro lado de la cama”, “Los 2 lados de la cama”), que apela descaradamente a todos los tópicos sobre las antagónicas idiosincrasias andaluza y vasca. En este sentido, se nota para bien que el guion ha sido escrito por los guipuzcoanos Borja Cobeaga y Diego San José, fogueados en la popular serie cómica “Vaya semanita” —de ETB2— y coguionistas de las comedias “Pagafantas” y “No controles”. Además, por el lado andaluz han contado con la inestimable colaboración de los sevillanos Alberto López y Alfonso Sánchez (“El mundo es nuestro”), en sus hilarantes caracterizaciones de dos señoritos andaluces.

En su ágil y funcional puesta en escena, Martínez Lázaro se pone al servicio del guion y los actores, y lleva el filme a buen puerto, manteniéndose en el filo de la navaja, burlándose de unos y otros, y criticando con ironía los prejuicios y excesos que generan las ideologías radicales. En este sentido, todo el reparto responde con acierto a la propuesta, especialmente el monologuista malagueño Dani Rovira, que debuta en el cine a lo grande. Ciertamente, sobran un par de escenas obscenas, y acaban irritando las insistentes palabrotas e irreverencias, aunque sean muy habituales en el habla coloquial del País Vasco. Y quizás a alguno le moleste la ligereza con que se trata el terrorismo etarra y el nacionalismo vasco. Pero, desde luego, “Ocho apellidos vascos” resulta una comedia divertida —y a veces muy divertida—, con personajes entrañables y cercanos, que responde con buen humor a la demagógica y sectaria crispación de algunos. No es poca cosa. J. J. M.

La Bella y la Bestia (La belle et la bête) *** (6)

FICHA TÉCNICA.- Director: Christophe Gans. Intérpretes: Vincent Cassel, Léa Seydoux, André Dussollier, Eduardo Noriega, Audrey Lamy, Myriam Charleins, Sara Giraudeau, Jonathan Demurger, Yvonne Catterfeld, Dejan Bucin. Guion: Christophe Gans y Sandra Vo-Anh, basado en las obras de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve y Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Francia-Alemania. 2014. Fantasía. Jóvenes.

En la última década se han realizado ambiciosas adaptaciones al cine de acción real de cuentos de hadas clásicos y modernos. Además de las sagas sobre “El Hobbit” (2012-2014), “El Señor de los Anillos” (2001-2003) y “Las Crónicas de Narnia” (2005-¿?), ahí están “Alicia en el País de las Maravillas” (2010), “Caperucita Roja” (2011), “Blancanieves (Mirror, Mirror)”, “Blancanieves y la leyenda del cazador”, “Blancanieves (de Pablo Berger)” —las tres de 2012—, “Hansel y Gretel: Cazadores de brujas” (2013), “Jack el Caza Gigantes” (2013), “Oz, un mundo de fantasía” (2013)… Meses antes de que se estrene “Maléfica” —en torno a la malvada bruja de “La Bella Durmiente” de Walt Disney—, el discutido cineasta francés Christophe Gans (“Crying Freeman: los paraísos perdidos”, “El pacto de los lobos”, “Silent Hill”) presenta su particular visión de “La Bella y la Bestia”, un relato tradicional de orígenes inciertos, atribuido por algunos a Apuleyo, y con versiones conocidas de Giovanni Francesco Straparola, Charles Perrault, Madame d’Aulnoy y Giambattista Basile.

Al igual que las adaptaciones fílmicas de Jean Cocteau (1946) y Disney (1992), la de Gans se basa sobre todo en la breve actualización infantil de la fábula que publicó en 1756 la aristócrata francesa Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711-1780), dentro de su colección de relatos “Magasin des enfants, ou dialogues entre une sage gouvernante et plusieurs de ses élèves”. Pero, esta vez, Gans la ha completado con algunos pasajes de la versión —más larga, adulta, escabrosa y subversiva— que publicó en 1740 la también francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve (1695-1755), dentro de su compilación “La jeune américaine, et les contes marins”.

Francia, 1720. Érase una vez… un rico mercader (André Dussollier) que perdió toda su fortuna en el naufragio de sus tres navíos. Arruinado y humillado, tuvo que trasladarse al campo con sus seis hijos. Entre ellos se encontraba Bella (Léa Seydoux), la más joven de las hijas, una chica guapa, alegre y servicial, muy distinta de sus dos vanidosas hermanas, Anne (Audrey Lamy) y Clotilde (Sara Giraudeau), que sólo piensan en el dinero. Tras un viaje agotador, el mercader descubre el mágico señorío de la Bestia (Vincent Cassel), un ser espeluznante y resentido, atenazado por una maldición, que condena a muerte al pobre anciano por haberle robado una rosa. Sintiéndose responsable de la terrible suerte que amenaza a su familia, Bella decide sacrificarse en lugar de su padre.

Como en sus tres anteriores películas, Gans tiende demasiado al barroquismo visual, cae a ratos en un cierto tedio narrativo y no acaba de controlar los contrapuntos de humor, a través de los que intenta suavizar el tono melodramático y un poco sórdido de la historia. En este sentido, los singulares animalillos del castillo de la Bestia están muy por debajo de los memorables personajes secundarios de la versión animada de Disney. De todas formas, Gans ha contado con una bellísima dirección artística, una preciosa fotografía y unos sugerentes efectos visuales. Además, Vincent Cassel, Léa Seydoux y André Dussollier mantienen un alto nivel interpretativo, de modo que sus personajes conectan con el espectador. Más tópica y menos matizada es la caracterización del ambicioso criminal Perducas, a cargo del español Eduardo Noriega, que ha sido doblado al menos en la versión original en francés. Queda así una película vistosa, pero irregular, más apropiada para el público adulto y juvenil que para el infantil. J. J. M.

Pelo malo ** (4,5)

FICHA TÉCNICA.- Directora y guionista: Mariana Rondón. Intérpretes: Samuel Lange, Samantha Castillo, Nelly Ramos, Beto Benites, María Emilia Sulbarán. Venezuela-Alemania. 2013. Drama. 93 min. Adultos.

Junior (Samuel Lange) es un chaval venezolano de nueve años que tiene el “pelo malo”, obstinadamente rizado. Él se lo intenta alisar para la foto oficial de su colegio, en la que quiere verse como un cantante de moda. Pero su empeño provoca un enfrentamiento con su madre, Marta (Samantha Castillo), una joven soltera y recientemente desempleada. Con ella, Junior y su hermanita pequeña malviven en unos inmensos edificios multifamiliares de Caracas, como colmenas, degradaciones infernales de la “ciudad utópica” de Le Corbusier. Desbordada por su angustiosa situación e inquieta por el mesianismo populista generado por la grave enfermedad del presidente Hugo Chávez, Marta se muestra cada vez más intolerante con la obsesión de Junior por su cabello, tras la que adivina una cierta tendencia homosexual.

Formada en Francia y Cuba, la venezolana Mariana Rondón (“A la media noche y media”, “Postales de Leningrado”) consolida su trayectoria con “Pelo malo”, Concha de Oro a la mejor película en el Festival de San Sebastián 2013, y galardonada también en los certámenes de Tesalónica, Mar del Plata, Viña del Mar y Turín. En este duro drama familiar, Rondón muestra grandes cualidades para la dirección de actores —tanto el niño Samuel Lange como Samantha Castillo están espléndidos—, y despliega una eficaz puesta en escena hiperrealista, cercana al reciente neorrealismo iraní en sus planteamientos minimalistas.

Sin embargo, sus elogiables esfuerzos se devalúan por el progresivo endurecimiento del tono de la película —sobre todo en su tratamiento del sexo— y con el creciente protagonismo de la ideología de género en el desarrollo de la trama. Un protagonismo acrítico y complaciente, que va restando autenticidad a los personajes, reduce el valor metafórico del filme y enrarece todavía más su equívoca visión del chavismo, supuestamente crítica, pero extrañamente mezclada en indigesto cóctel con un retrato mordaz de la profunda religiosidad popular de los venezolanos. Una película, en fin, que no se merece tantos reconocimientos. J. J. M.

Las maestras de la República ** (4,5)

FICHA TÉCNICA.- Directora y guionista: Pilar Pérez Solano. Textos: Josefina Aldecoa. Narradora: Marta Barriuso. Intérprete: Laura de Pedro. España. 2013. Documental. 65 min. Adultos.

Este escueto, pobre y parcial reportaje propagandístico ganó injustamente el Goya 2014 al mejor documental, por delante de filmes muy superiores, como “Guadalquivir” o “Món petit (Mundo pequeño)”. Escrito y dirigido por la alicantina Pilar Pérez Solano (“Mil y una Lolas”, “La fama y su séquito”), se basa en la unidad didáctica homónima, coordinada por Luz Martínez Ten, Secretaria de Políticas Sociales de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE), adscrita a la Unión General de Trabajadores (UGT), el sindicato socialista, que ha producido el filme. Como cabía esperar, se trata de otro demagógico ejercicio de la mal llamada “memoria histórica”, que exalta de un modo acrítico y confuso el papel de muchas maestras en la instauración durante la II República española (1931-1936) de un modelo “revolucionario” de educación pública, mixta y laica. Supuestamente, dicho modelo estaría basado en los valores de libertad, igualdad, democracia y justicia, y enfrentado a los modelos anterior y posterior, que son mostrados como cautivos de los dictados de la Iglesia católica y represores de los citados valores y de la liberación e integración de la mujer.

Ciertamente, “Las maestras de la República” ofrece valiosas filmaciones inéditas, jugosas reflexiones pedagógicas de Josefina Aldecoa en su libro “Historia de una maestra”, emotivas evocaciones de familiares de las maestras citadas y alguna declaración interesante de historiadoras de la Educación, sólo aderezadas por una muda e insustancial trama de ficción, protagonizada por la actriz Laura de Pedro. Por otro lado, resulta sin duda condenable la dura represión que sufrieron en la postguerra muchas de las maestras homenajeadas. Y, desde luego, son elogiables el compromiso social, el deseo de aprender y enseñar, y el entusiasmo que demostraron, la mayoría inspiradas por el ideario ilustrado de la Institución Libre de Enseñanza. En este sentido, resulta inspiradora la rememoración de lema “Alma, alma, María”, con el que el pedagogo krausista Manuel Bartolomé Cossío arengaba a su discípula María Sánchez Arbós.

Sin embargo, cabe cuestionar el feminismo radical y el laicismo militante de muchas de esas maestras, así como el adoctrinamiento de ambas ideologías que realizaron entre la juventud de su época. Unas ideologías que, durante la II República y la Guerra Civil, generaron una cruenta persecución —ni citada en la película— de miles de maestros y maestras católicos. También cabe reprochar la demagógica oposición que se establece entre educación pública y privada, mixta y diferenciada, laica y religiosa, nada respetuosa de la libertad que se dice defender. De hecho, durante su equívoco revoltijo de ataques al fascismo, al franquismo, al catolicismo y al nacional-catolicismo —todos ellos metidos en el mismo saco—, el filme alaba con entusiasmo el innovador Método Montessori, iniciado en 1907 por la prestigiosa pedagoga italiana María Montessori, a la que suele definirse —véase Wikipedia y otras decenas de webs— como “educadora, científica, médica, psiquiatra, filósofa, psicóloga, devota católica, feminista y humanista”. Una “devota católica, feminista y humanista” que tuvo que exiliarse a la India tras oponerse públicamente al régimen de Mussolini. También se obvia sin pudor la ingente labor de mejora de la enseñanza pública que llevaron a cabo numerosos pedagogos católicos entre los años 30 y 70 del siglo pasado. Por ejemplo, los zaragozanos José María Albareda —uno de los fundadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y su Secretario General de 1939 a 1966— y Tomás Alvira, que llegó a ser Vicedirector del Centro Experimental del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense, y cuyo proceso de beatificación se inició en 2009, junto al de su mujer Paquita.

En fin, que defrauda “Las maestras de la República”, tanto en su plana resolución formal como en su ideológico planteamiento de fondo, enormemente parcial y partidista, más preocupado de hacer propaganda del modelo educativo socialista más radical —a las maestras comunistas y anarquistas tampoco se las nombra—, que de contar la verdad sobre la enseñanza en España durante el siglo XX.

  
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