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La solidaridad no entiende de crisis Fuente Aragón Digita (Mar 27, 2013) Reportajes |
Construir los cimientos de una organización solidaria nunca es fácil, y menos aún cuando el viento económico sopla en contra. Con ilusión y esfuerzo, no obstante, un puñado de trabajadores ha levantado la asociación Comunidad Comparte África que, antes de su primer aniversario, ya puede presumir de pequeños logros en Senegal y Mozambique.
Hace cosa de un año, un grupo de amigos que llevaba tiempo colaborando en dos proyectos solidarios en África decidió crear una asociación para definir nuevos objetivos y ampliar su trabajo en este ámbito. El 15 de marzo de 2012, ocho socios firmaron el acta fundacional de la organización y así nació Comunidad Comparte África o, en su versión más dulce, Cocoa.
El propósito de esta asociación sin ánimo de lucro es tan sencillo como “dar oportunidades a unos niños que no las tienen, porque viven en países muy pobres y muy necesitados”, según la presidenta de la organización, Victoria Blanco. “Nosotros creemos que con nuestra ayuda, nuestro tiempo y nuestra ilusión, podemos darles un poquito más para que ellos salgan adelante”. En concreto, Cocoa colabora con la YMCA de Senegal en la escolarización de niños con pocos recursos en la Escuela Barboza de Dakar, y con la congregación de las hermanas Mercedarias, en el orfanato Lar Tiberiades de niñas víctimas del sida en Catembe, Mozambique.
En tiempos de crisis, puede parecer que apostar por la financiación de proyectos solidarios en África es un tanto arriesgado, por no decir valiente en exceso, e incluso a muchos se les pasará por la cabeza la necesidad de ayudar a muchas familias españolas antes de cruzar el estrecho. Ana Sanz, una de las socias fundadoras de Cocoa, respeta esta postura pero defiende la libertad de cada uno para elegir: “Entiendo que pueda haber quien se pregunte por qué nos vamos tan lejos a ayudar con las necesidades que hay aquí, pero es algo personal de cada uno. Evidentemente no hace falta irse muy lejos para ayudar pero cuando has estado en esos países y eres sensible al dolor y a las necesidades humanas, no te parece que estén tan lejos. Si en tu mano está hacer algo, es muy difícil decir que no”.
“Yo creo que la gente sigue siendo solidaria aunque haya crisis”, afirma Ana. Hay que tener en cuenta, además, que un euro no compra lo mismo ni tiene el mismo significado aquí que en Mozambique o Senegal. “Intentamos conseguir recursos de cualquier sitio, porque lo que aquí parece una pequeña cantidad, allí es mucho dinero y siempre les ayuda”, explica la secretaria de Cocoa, María José Hernández.
Enviar dinero a proyectos ya consolidados en dos países africanos no es lo mismo que constituir una asociación, con todos los trámites que ello conlleva, y comprometerse con un trabajo formalizado y constante. Los fundadores de Comunidad Comparte África, en cualquier caso, reconocen que no les resultó tan difícil como cabía esperar. “Fue algo complicado a nivel administrativo pero, con la ilusión que todos hemos puesto en el proyecto, ha sido fácil. Al final siempre encuentras gente que es muy amable y te informa y te asesora sobre qué es lo que tienes que hacer”, asegura María José.
La secretaria y la presidenta de Cocoa coinciden en que “teniendo las ideas claras” todo fue relativamente sencillo. Ya tenían los contactos con los responsables de los proyectos en Senegal y Mozambique, y centraron su trabajo en elaborar los estatutos y el acta fundacional, e inscribir la entidad en el Registro de Asociaciones del Gobierno de Aragón, donde se encuentra toda la información necesaria.
Si la ilusión es el primer requisito para crear una asociación como Comunidad Comparte África, marcar objetivos concretos para la organización sería la segunda condición para que todo salga bien. Según María José Hernández, “lo más importante es saber dónde quieres centrar los esfuerzos; tener muy claro cuáles son los objetivos a los que vas a dedicar tu esfuerzo es fundamental para que luego no se diluya tu trabajo al no saber hacia dónde dirigirlo”.
En el caso de Cocoa, la definición de sus objetivos comenzó con la delimitación del territorio al que destina su ayuda: Senegal y Mozambique, dos países muy alejados entre sí dentro del mapa africano, pero muy cercanos uno del otro en cuanto a problemas y necesidades. Y aunque la asociación trabaja por alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio en estos dos lugares, es consciente de que debe empezar por apoyar iniciativas muy concretas que ya estaban en funcionamiento y mover sus líneas de actuación de lo particular a lo general.
En concreto, Cocoa se comprometió en sus estatutos a promover acciones de voluntariado de aragoneses en Senegal y Mozambique, traer a jóvenes mayores de edad de esos países para estancias formativas en Aragón e impulsar programas de acogida temporal de niños pequeños en familias aragonesas. Estos dos últimos objetivos, que inicialmente se plantearon como metas a largo plazo, ya se han llevado a la práctica antes de que la asociación cumpla su primer aniversario.
María y Amelia, dos niñas del orfanato Lar Tiberiades de Catembe, viajaron miles de kilómetros para vivir durante tres meses con una familia de Zaragoza. Entre noviembre de 2012 y enero de 2013, vacaciones de Navidad incluidas, la socia de Cocoa Ana Sanz acogió a las dos mozambiqueñas en su casa y las convirtió en dos miembros más de su familia.
Amelia tiene 18 años y vino a Zaragoza con el objetivo de adquirir la formación necesaria para poner en marcha un proyecto empresarial en el Lar Tiberiades. La hermana Carmen Acín, directora del orfanato, planea montar una peluquería y centro de estética que permita obtener recursos para las niñas y convertirse además en una posibilidad de autoempleo para ellas. Durante su estancia en España, Amelia aprendió a gestionar una peluquería, recibió formación como masajista, obtuvo el carné de manipuladora de alimentos y nociones de hostelería, y además asistió a clases de español para extranjeros. De esta forma, la joven regresó a Mozambique lista para convertirse en toda una emprendedora.
María, por otra parte, llegó a Zaragoza con siete añitos y el único objetivo de disfrutar de sus vacaciones con una familia aragonesa. La hermana Carmen Acín decidió que, entre todas las niñas del orfanato, fuera ella la que hiciera este viaje porque era la única huérfana que no tenía ningún vínculo familiar en Catembe. El resto tienen parientes, más o menos lejanos, que no pueden hacerse cargo de ellas, principalmente por enfermedades como el sida. Sin embargo, a María la abandonaron en el orfanato de las hermanas de Teresa de Calcuta cuando solo tenía dos años, y desde entonces nadie se ha presentado preguntando por ella. Por esa razón, Ana Sanz la apadrinó hace cuatro años, la conoció durante sus viajes a Mozambique y la invitó a su casa en España entre noviembre y enero.
Tanto para Ana y su familia como para Amelia y María, la experiencia ha sido, como cabía esperar, muy positiva. María, aunque vino durante sus vacaciones en Mozambique, fue escolarizada y asistió al colegio durante esos tres meses como cualquier otra niña aragonesa. Gracias a ello, su rendimiento escolar ha mejorado –aunque ya sacaba muy buenas notas en su país- y su conocimiento del español ha crecido significativamente.
Además, Ana destaca la importancia de que María haya disfrutado, durante unos meses, de una figura materna en un entorno familiar. “En el Lar Tiberiades hay 38 niñas huérfanas, de 3 a 22 años, y son las hermanas Mercedarias las que se encargan de ellas. Allí son todo chicas y por eso creo que lo que más ha valorado María de su estancia aquí ha sido tener un padre y, además, un hermanito pequeño. Ha vivido lo que es la normalidad en un entorno familiar, algo que nosotros damos por hecho pero que ella nunca había tenido”, explica Ana.
Muchos de los miembros de Cocoa estaban preocupados por que el regreso de las niñas a Mozambique pudiera ser traumático, al dejar atrás esa “normalidad” que habían conocido en Aragón. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. “Nos emocionó particularmente porque pensábamos que al ver el mundo occidental iban a quedar deslumbradas y no iban a querer marcharse, y sin embargo las dos tenían ganas de volver a su país, lo cual es una muestra del gran trabajo que están haciendo en el orfanato para que las niñas sean felices a pesar de sus circunstancias personales”, cuenta María José Hernández.
Ana y su familia estarían encantados de repetir la experiencia de acogida, ya sea con las mismas niñas o con otras, durante las vacaciones de verano o en el curso escolar. Pero son concientes, ahora más que nunca, de que las hermanas y compañeras del Lar Tiberiades son para Amelia y María una familia tan entregada como la que han conocido en España. “Mis amigos me advertían: te vas a encariñar, ya verás qué difícil es luego la despedida… La clave para llevar bien esto es tenerlo todo muy claro: saber que son tres meses de vacaciones solamente y entender que ellas tienen su vida allí”, dice Ana.
Comunidad Comparte África cuenta con una veintena de socios, que aportan una cuota mínima de 20 euros al año, y al menos una treintena de colaboradores que entregan dinero puntualmente, cuando las circunstancias se lo permiten, y que pueden elegir a cuál de los dos países se destina su dinero. “El sistema es de todo menos rígido, cada uno da lo que puede cuando puede”, explica Ana.
Para financiar por completo los proyectos de la asociación, no obstante, sus miembros necesitan idear actividades complementarias que de paso sirvan para dar a conocer la organización y lograr que más gente se una a sus fines.
Desde que Cocoa se presentó oficialmente en Ibercaja Zentrum el 22 de mayo de 2012, esas actividades se han concretado en la exposición fotográfica “Comparte África” y en los mercadillos solidarios en Cuarte de Huerva y en Zaragoza. Este último se celebró en el Centro Comercial Independencia, el conocido “Caracol”, con la participación de los diseñadores Susana Aperte y Enrique Lafuente. “Tenemos que dar las gracias a estos dos empresarios aragoneses que colaboran con nosotros haciendo el mercadillo, vendiendo unas magdalenas y ropa que ellos mismos diseñan, con el objetivo de recaudar todo lo posible para enviarlo a Mozambique y a Senegal”, explicó la presidenta de Cocoa.
A lo largo de 2012, mientras la asociación daba sus primeros pasos, los socios lograron recaudar unos 5.000 euros a través de las cuotas, las donaciones y las actividades complementarias. En 2013, esa cifra prácticamente se ha superado solamente con el ingreso de las cuotas de los socios y las primeras aportaciones voluntarias, y a ella habrá que sumar lo que se obtenga con el desarrollo de otras actuaciones. “Poco a poco va creciendo”, dice Ana. “Empezó de una forma muy tranquila, muy natural, sin grandes pretensiones, con gente conocida que empezó a dar dinero para escolarizar a niños senegaleses con becas de 138 euros al año, y ahora se ha convertido en esto”, explica.
Aunque cada proyecto tiene sus características diferenciadoras y nace en circunstancias diferentes, los primeros pasos de Cocoa pueden dar algunas pistas sobre cómo llevar a buen puerto una asociación solidaria sin ánimo de lucro. Marcarse objetivos concretos, avanzar despacio pero con buena letra y, sobre todo, no perder nunca la ilusión, han sido sin duda algunas de las claves para el éxito de esta organización durante su primer año de vida.
Patricia de Blas Gasca |
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