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CineLa crítica de los estrenos de cine del 23 de diciembre
Redacción (NJ) (Dec 24, 2011) Cine
Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “El topo”, “Noche de fin de año”, “Inmortals”, “El Cascanueces”, “El Rey León 3D”, “Copito de Nieve”, “El Hombre Cerilla”, “Rare Exports. Un cuento gamberro de Navidad”, “No tengas miedo a la oscuridad”, “Route Irish” y “Los muertos no se tocan, nene”.

El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy) ** (6). John Le Carré vuelve al cine con “El topo”, una de sus novelas más conocidas sobre la Guerra Fría, escrita en 1974. Asume la dirección el sueco Tomas Alfredson, que se hizo famoso por su singular película de vampiros “Déjame entrar”. El argumento es muy sencillo: el agente jubilado del M16 George Smiley recibe el encargo de descubrir un agente infiltrado en la cúpula de los servicios secretos. Los sospechosos son cuatro. El reparto de lujo, encabezado por Gary Oldman, Colin Firth y Ciarán Hinds, no consigue que la película llegue a la altura que promete. Y es que el director le quiere imprimir una puesta en escena moderna, de montaje complejo y grandes elipsis, con muchos primeros planos silenciosos, y consigue hacer árida una narración que, en un formato más clásico, hubiera sido mucho más fluida y comprensible. No obstante, la película resulta brillante en muchos aspectos, pero no consigue emocionar, y aunque le da mucha importancia a los conflictos humanos y a la vertiente dramática de los personajes, a menudo resulta tediosa por su laberíntica narración. Una ocasión desaprovechada. J. O.

Noche de Fin de Año (New Year’s Eve) ** (5,5). Hace dos años, gozó de un notable éxito la comedia romántica “Historias de San Valentín”, del especialista Garry Marshall, director de películas como “Pretty Woman”, “Aprendiendo a vivir” o “Princesa por sorpresa”. Ahora, el veterano cineasta neoyorquino repite su misma estructura coral en “Noche de Fin de Año”, en la que se entrecruzan en Nueva York varias historias tragicómicas durante la Nochevieja de 2011. No en vano, en esa fecha el propio Marsahll se comprometió con su mujer Barbara hace aproximadamente 50 años. Así, un dibujante solitario (Ashton Kutcher) se queda encerrado en el ascensor con una componente del coro (Lea Michele) de un famoso cantante (Jon Bon Jovi), mientras éste intenta arreglar las cosas con su antigua prometida (Katherine Heigl) antes de cantar en Times Square. En la emblemática plaza sufre la organizadora del evento (Hilary Swank), al mismo tiempo que un hombre moribundo (Robert De Niro) ansía verlo por última vez con la ayuda de una cariñosa enfermera (Halle Berry). En otro hospital, dos embarazadas (Jessica Biel y Sarah Paulson) y sus maridos (Seth Meyers y Til Schweiger) compiten por llevarse el premio al primer bebé del año. Y, simultáneamente, una adolescente (Abigail Breslin) huye de su madre (Sarah Jessica Parker) para pasar la noche con sus amigos. Por su parte, un joven adinerado (Josh Duhamel) pasa mil penalidades para llegar a la macrofiesta que ha organizado su madre (Cherry Jones), y una quemada secretaria (Michelle Pfeiffer) intenta cumplir sus principales deseos ayudada por un mensajero (Zac Efron). Desde perspectivas diferentes, todas las historias del filme quieren ser una crítica al individualismo hedonista y una celebración del amor, la esperanza, el perdón, las segundas oportunidades, los finales felices y los nuevos comienzos. En general, lo consiguen, pero a costa de demasiadas situaciones tópicas, un exceso de almíbar y explícitos sermones llenos de buenas intenciones. De todas formas, el irregular guión de Katherine Fugate casi nunca enturbia su buen rollo con groseras salidas de tono, y ofrece unas cuantas situaciones sugerentes y algunos golpes de humor divertidos, en los que brilla el galáctico reparto. Su poderosa presencia y una buena selección de baladas y canciones navideñas hacen más llevadera la película que, al menos, logra que el espectador salga de la sala con una sonrisa. Algo es algo. J. J. M.

Immortals ** (5,5). Hace muchos siglos, el sanguinario rey Hiperión (Mickey Rourke), enloquecido por el poder, reúne un ejército sediento de sangre con el que arrasa Grecia en busca de un arma poderosa: el legendario arco de Epiro, fabricado por Ares (Daniel Sharman) en el Olimpo. Su objetivo final es liberar a los Titanes, que llevan encerrados en el monte Tártaro desde el principio de los tiempos, y claman venganza contra los Dioses, a los que Zeus (Luke Evans) ha prohibido inmiscuirse en las luchas de los humanos. Pero, entonces, el ladrón Stravros (Stephen Dorff), la sibila Fedra (Freida Pinto) y un campesino llamado Teseo (Henry Cavill) —al que entrena y asesora un misterioso anciano (John Hurt)— plantan cara a Hiperión, y algunos dioses deciden ayudarles. A medio camino entre “300” y “Furia de titanes”, esta película recrea uno de los episodios más famosos de la mitología griega con unos efectos visuales estereoscópicos, una fotografía (Brendan Galvin) a lo Caravaggio, una detallista ambientación (Tom Foden) y un singular vestuario (Eiko Ishioka) tan apabullantes que acaban comiéndose a la propia historia, desarrollada de un modo algo confuso por el plano guión de Charley y Vlas Parlapanides. En cierta manera, la película refleja las virtudes y los defectos habituales del cine de su director, el famoso realizador indio de videoclips Tarsem Singh, autor hasta ahora de la espesa “La celda” y la interesante pero irregular “The Fall. El sueño de Alexandría”. En “Immortals”, el resultado es entretenido y vistoso, pero demasiado operístico por fuera y demasiado superficial por dentro, y con un trabajo actoral poco sutil, pues Tarsem Singh carga demasiado la mano en un tratamiento explícito y sórdido de la violencia y el sexo. Una película, en fin, aparatosa, pero más bien fallida. J. J. M.

El Cascanueces 3D (The Nutcracker in 3D) ** (6). Mary (Elle Fanning) es una niña entristecida por tener que pasar la Nochebuena sin sus padres, que tienen un compromiso social. Ella se refugia en los juguetes que su tío Albert (Nathan Lane) le regala, para zambullirse en un deslumbrante mundo de onirismo e imaginación. Un mundo de sueños que al despertar habrán convertido a Mary en una niña más madura. Esta es la síntesis argumental de la adaptación cinematográfica en 3D estereoscópico que el ruso Andrei Konchalovsky (“El primer maestro”, “Siberiada”) ha realizado de uno de los cuentos más populares de la Navidad, “El Cascanueces”. Su origen está en un cuento de hadas de Hoffman que fue adaptado por Alejandro Dumas y transformado en ballet por Tchaikovski en 1891. Esta adaptación a la gran pantalla propone unos sorprendentes cambios en el libreto que permiten una lectura más contemporánea. Por ejemplo, el tío Drosselmeyer es sustituido por Albert Einstein, que parlotea sobre la relatividad; los ratones malvados son trasunto de los nazis, y Sigmund Freud (Richard Philipps) también cuenta con su pequeño papel. Elle Fanning protagoniza esta cinta musical, acompañada de John Turturro y de Nathan Lane en el reparto. La película es deslumbrante en lo visual, aunque algo confusa en su narración. La puesta en escena es creativa y opta por un cóctel retrofuturista en el que reconocemos a “Peter Pan”, al “Mago de Oz”, a las “Crónicas de Narnia” y a un sinfín de referentes literarios y cinematográficos infantiles. La película es muy clásica en sus propuestas de fondo: el descubrimiento de una misión, la conciencia de pertenencia y lealtad, el triunfo del bien, y sobre todo la necesidad de maduración. J. O.

El Rey León 3D (The Lion King 3D) ***** (9). Espléndida versión en 3D estereoscópico del clásico de Disney dirigido por Roger Allers y Rob Minkoff, y estrenado en 1994. Relata las aventuras de Simba, un cachorro de león, hijo de Mufasa, el rey de la región. Su envidioso tío Scar quiere ascender al trono, y provoca la muerte de Mufasa y el exilio de Simba. Solo y a la deriva, Simba se une al divertido suricato Timón y al cariñoso jabalí Pumba, que practican el hedonismo al grito de Hakuna Matata. Hasta que una visita inesperada recuerda a Simba cuál es su misión en el ciclo de la vida. Si ya el original era una obra maestra del cine de animación, esta versión refuerza todas sus cualidades formales, especialmente la grandeza de sus escenarios naturales y los efectos tridimensionales que ya esbozaron en animación 2D. De esta manera, el arranque y el epílogo son todavía más magistrales que antes, las escenas en la jungla ganan en colorido y profundidad de campo, y la estampida de antílopes resulta aún más espeluznante. Por lo demás, la banda sonora de Hans Zimmer, la gestualidad de los personajes y los fondos mantienen su altísima calidad. Y las shakespearianas reflexiones del filme sobre el poder, la envidia, la responsabilidad, la paternidad… siguen teniendo la misma hondura que hace diecisiete años. J. J. M.

Copito de Nieve ** (5). En 1966, una cría albina de gorila viaja desde Guinea Ecuatorial para incorporarse al zoo de Barcelona como su principal atracción. Pero antes pasa unos meses con la niña Paula (Claudia Abate) y sus padres (Rosa Boladeras y Félix Pons Ferrer), que le ponen el nombre de Copito de Nieve (voz de K. Stroink). Ya en el zoo, no es aceptado por el gorila adulto Ron (voz de Constantino Romero), a causa del color de su pelaje. De modo que Copito de Nieve escapa con Ailur (voz de Manel Fuentes) —un panda rojo budista, que se cree una pantera—, para que la Bruja del Norte (Elsa Pataky) le convierta en un gorila negro, como los demás. Mientras tanto, intenta secuestrar a Copito de Nieve el malvado Luc de Sac (Pere Ponce), un gafe que, para conjurar su mala suerte, necesita como amuleto el corazón de un gorila blanco. Paula y su amigo Leo (Joan Sullà) intentarán impedírselo. Esta bienintencionada película del argentino Andrés G. Schaer (“Pérez, el ratoncito de tus sueños 2”) se inspira en la historia real del popular gorila albino Copito de Nieve, el único conocido hasta ahora, fallecido en 2003. El filme padece unas cuantas arritmias narrativas, algunas interpretaciones un poco histriónicas y una integración mejorable de acción real y animación digital. Sin embargo, nunca pierde su tono familiar, ofrece una generosa recreación de la Barcelona de los años 60, permite disfrutar de algunos bellos lugares de la Ciudad Condal —como el Parque Güell de Gaudí — y cuenta una historia entretenida, positiva y divertida —al estilo “Solo en casa”—, de modo que gustará a los más pequeños. J. J. M.

El Hombre Cerilla (L’Uomo Fiammifero) ** (5). Agosto de 1982. Simone (Marco Leonzi) es un niño italiano de 11 años, que vive en una zona rural con su malhumorado padre (Francesco Pannofino). Traumatizado por la muerte de su madre (Tania Innamorati), Simone se refugia en su fantasía, que le ha llevado a obsesionarse con el mítico Hombre Cerilla, que podría hacerle cumplir sus deseos más íntimos. Para encontrar a esta fantástica criatura, el chaval se ayuda de un singular universo de estrambóticos amigos: Armando Armario (Armando Castagna), Luz Ciérnaga (Anastasia Di Giuseppe), Oscar Oscuro (Matteo Lupi), el Tío Disco (Giuseppe Mattu) y Manos Grandes (Franco Di Sante); a los que se unirá Lorenza (Greta Castagna), una niña coqueta, que llega al campo para pasar las vacaciones con su primo Rubino (Davide Curioso), el enemigo número uno de Simone. En su debut como director, el ilustrador italiano Marco Chiarini propone un cuento de hadas en torno a la ausencia de la madre y al paso de la infancia a la madurez, con un tono agridulce similar al de la novela “Pinocho”, de Carlo Collodi, y, en concreto, al de la espléndida adaptación televisiva de ésta que realizó Luigi Comencini en 1972. “El Hombre Cerilla” padece una factura y unas interpretaciones casi amateurs, entre las que sólo destaca la de Francesco Pannofino, en el papel del padre de Marco. De todas formas, Chiarini suple en parte esas limitaciones con una imaginación desbordante, que le lleva a incluir sencillas animaciones y sugerentes efectos visuales, que gustarán al público infantil. También la bella banda sonora de Enrico Melozzi eleva el nivel del conjunto. De todas formas, le quedan un poco grandes los premios que ha recibido, así como las nominaciones a los Premios David Di Donatello 2010 a mejor director novel y efectos visuales. J. J. M.

Rare Exports: Un cuento gamberro de Navidad (Rare Exports: A Christmas Tale) ** (4,5). Un tipo loco (Per Christian Ellefsen) busca el cadáver de Santa Claus en la montaña Korvatunturi, perdida en la Laponia finlandesa. Dos chavales de una aldea cercana, Pietari (Onni Tommila) y Juuso (Ilmari Järvenpää), escuchan a escondidas sus pretensiones y regresan a sus casas, donde el pequeño Pietari descubre las viejas leyendas locales en torno a Joulupukki, “la cabra de Navidad”, que presentan a Santa Claus no como un anciano bonachón, sino como un ser monstruoso, que castiga cruelmente a los niños que se han portado mal con ayuda de su legión de elfos infernales. El día de Navidad desaparecen todos los niños del lugar menos Pietari. Este singular filme de terror ganó los premios a mejor película, director y fotografía en el Festival de Sitges 2010. En él, el finlandés Jalmari Helander debuta en el largometraje y confirma la potencia visual que ya mostró en sus premiados cortos, sobre todo en los que se basa esta película. Así, aprovecha muy bien unos paisajes bellísimos e integra muy bien las convenciones del cine de terror y de intriga en el marco de un cruel cuento de hadas. También muestra una notable capacidad para la dirección de actores, especialmente brillante en el caso del niño Onni Tommila. Pero todas estas cualidades se van diluyendo conforme la película deriva hacia un desparrame ultraviolento y sórdido, con una visión casi diabólica de Santa Claus y sus elfos-zombies —siempre en pelota picada—, y con el niño protagonista armado hasta los dientes contra ellos. En todo caso, habrá que seguir los trabajos futuros de Jalmari Helander, sobre todo si modera un poco su desagradable hiperrealismo. J. J. M.

No tengas miedo a la oscuridad (Don’t Be Afraid of the Dark) ** (5,5). Sally (Bailee Madison), una niña angustiada por el divorcio de sus padres, se traslada con su padre Alex (Guy Pearce) y su nueva novia Kim (Katie Holmes) a una impresionante mansión victoriana del XIX, que han rehabilitado entre los dos. Sally lo pasa mal, pues echa de menos a su madre y no traga a Kim. Además, curioseando por los sótanos de la casa, despierta el interés de unos crueles gnomos, que se alimentan de dientes de niño. La pequeña alerta a Alex y Kim, pero éstos piensan que todo es fruto de su imaginación. Basada en el telefilme que Nigel McKeand realizó para la ABC en 1973 y producida por Guillermo del Toro, “No tengas miedo a la oscuridad” deambula por caminos muy trillados y acumula, sin demasiada personalidad propia, un montón de tópicos del subgénero terrorífico de casa con fantasmas y del subgénero melodramático de niña traumatizada. De todas formas, goza de una efectista puesta en escena del canadiense Troy Nixey —que asegura unos cuantos sustos espeluznantes en éste su primer largo—, así como de unas correctas interpretaciones de todo el reparto. De modo que gustará a los abundantes aficionados al cine de terror. J. J. M.

Route Irish ** (5,5). Liverpool, agosto de 1976. Fergus, de cinco años, conoce a Frankie en su primer día de colegio. Se convertirán así en amigos inseparables. Fergus (Mark Womack) pasa un tiempo en las SAS, el cuerpo de élite del ejército británico, mientras que Frankie (John Bishop) lo pasa en los paracaidistas. Tras dimitir ambos en 2004, pasan a formar parte de un equipo de agentes privados de seguridad, en Bagdad, a cambio de un salario mensual de 10.000 libras libres de impuestos. Juntos, arriesgarán su vida en una ciudad en la que reina la violencia, el terror y la codicia, sobre todo en la Route Irish, la carretera que une el aeropuerto de Bagdad con la zona internacional de la ciudad. Tras el ligero divertimento “Buscando a Eric”, el cineasta inglés Ken Loach (“Agenda oculta”, “Lloviendo piedras”) y su guionista habitual, Paul Laverty, retornan a su desesperanza habitual en “Route Irish”, dolorosa reflexión sobre la amistad y durísima denuncia de las atrocidades cometidas en Irak por las empresas privadas contratadas por el gobierno británico. Como siempre, el guión está bien escrito, y Loach planifica con fluidez narrativa y dirige con rigor a sus actores. Pero la película se resiente mucho de su carácter artificiosamente descarnado, pesimista y panfletario. Esperemos que Loach se canse de ese discurso ideológico —ya un poco cansino—, y retorne a la comedia o al simple drama humano. J. J. M.

Los muertos no se tocan, nene * (4). En el Logroño de los años 50 del siglo pasado vive la familia de un Brigada del Ejército (Carlos Iglesias). El bisabuelo (Laurentino Rodríguez), o sea el padre de su suegro (Carlos Álvarez-Novoa), agoniza en su dormitorio, mientras cada miembro de la familia vive la situación a su manera: el bisnieto escribe poemas fúnebres (Airas Bispo), la bisnieta (Julia de Blas) está preocupada de que la muerte del anciano pueda arruinar su fiesta de primera comunión, o la nieta (Mariola Fuentes), obsesionada con instalar una televisión en la alcoba del agonizante. El veterano director José Luis García Sánchez (“La noche más larga”, “Tirano Banderas”, “Suspiros de España (y Portugal)”) lleva al cine un texto de Rafael Azcona queriendo emular las populares comedias españolas de Ferreri o Berlanga de finales de los cincuenta. Y quiere emularlo en el tema, la época, los “gags” e incluso el blanco y negro. Y como en estos sesenta años las cosas han cambiado tanto, pues el resultado es un desastre. Ni el contexto es ya comprensible por los jóvenes, ni las bromas tienen gracia, ni tiene mucho sentido optar por el blanco y negro. En conclusión: no hay público objetivo para esta película, que además escoge al Azcona más cáustico, al más irreverente, al menos representativo de la gran comedia española de mediados del siglo XX. J. O.

La crítica cinematográfica en La Linterna por Jerónimo José Martín, presentador junto a Juan Orellana de Pantalla Grande

  
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