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ReportajesCooperación sanitaria en Madagascar I
Antonio Mª Gracia (May 27, 2010) Reportajes
En el mes de julio, mientras veraneaba con mi familia por la provincia de Santander, recibí una llamada de un compañero. Me dijo que había una Asociación en el Hospital Virgen del Mar, en Cádiz, que iba una vez al año a Madagascar para realizar intervenciones quirúrgicas, pero el cirujano pediátrico que se había comprometido a ir tenía problemas familiares, y se dirigían a mí por si podía sustituirle. El viaje estaba programado para final de septiembre y había que responder rápido por problemas de visado y billetes.

Siempre que me han ofrecido ir a algún sitio en acción humanitaria me ha recorrido el cuerpo un escalofrío provocado por un montón de ideas que se agolpan en mi cabeza, y esta vez no iba a ser menos.

Madagascar, sí, una isla en el sureste de Africa. La capital ¿?, ni idea. En los periódicos no sale mucho, luego la situación debe estar tranquila. Por mi parte parece que no hay problema, ahora tengo que hablar con mi familia, que normalmente me apoya, pero cada vez tiene más reservas a que salga a un país desconocido, y luego el tema laboral, aunque siendo una ONG de un Hospital de mi misma Comunidad Autónoma, lo normal es que no haya muchos problemas para conseguir los permisos necesarios.

Ese mismo día se lo expuse a mi familia que, sorprendentemente, no puso muchas trabas, excepto mi hija de 10 años que en principio se negaba a que su papi se fuese un mes por esas tierras. Luego se calmó un poco y, junto con su madre y su hermano, me apoyaba con alguna preocupación, como es natural.

A las 24h de la propuesta daba mi conformidad, y me empezaba a enterar de los pormenores del proyecto. Se trataba de ir a un pueblecito a 700Km al sur de la capital, Antananarivo, donde se encontraba una Misión de unas monjas de la Orden Les filles de la Charité, que disponían de unas instalaciones bastante aptas para realizar una cirugía de complejidad baja y media. Este era el quinto año que esta Asociación iba al mismo lugar, con lo cual lo conocían perfectamente, y algunos miembros del grupo habían ido en años anteriores.

Conforme me iba enterando de los detalles, la idea me iba gustando más y la ilusión era mayor.

A mediados de Septiembre ya teníamos los visados, billetes, etc, y la salida era el día 26 desde Málaga a Paris, y desde allí a Antananarivo.

El grupo estaba compuesto por 11 personas, dos anestesistas, tres oftalmólogos, dos ATS, un traumatólogo (que era el coordinador), una ginecóloga, una cirujana general, y un cirujano pediátrico.

Los siete profesionales que venían de Cádiz se conocían entre ellos, y alguno era repetidor. Y luego estábamos cuatro que no conocíamos a nadie y era nuestra primera vez en este proyecto. Nos disponíamos a pasar tres semanas juntos, compartiendo las 24 horas del día y trabajando con un mismo fin.

Durante el viaje nos fuimos conociendo, y después de dos días y medio, usando varios medios de transporte, llegamos por fin a Farafangana, donde nos esperaban las monjas con dos coches, y nos acercaban a la Misión, que se llamaba Ambatoabo.





La Misión era impresionante, había sido fundada a finales de 1.800, y en principio era una leprosería; con el tiempo la lepra se fue controlando, se le quitó el estigma de maldición que tenía, y los enfermos fueron disminuyendo. Entonces se convirtió en una especie de Centro de Salud de la zona, y pequeño Hospital con dos zonas quirúrgicas independientes, una ginecológica y otra para el resto de la cirugía.

Los pacientes recién operados se quedaban ingresados dentro del bloque quirúrgico, pero los que necesitaban ingresos más prolongados se quedaban en unas pequeñas casetas con capacidad para dos pacientes y su familiar.

Junto a esa zona se encontraban las consultas, que eran dos, una para oftalmología y otra para el resto, excepto ginecología que tenía su consulta en su área. En las consultas trabajábamos con dos médicos jóvenes malgaches que tenían contratados las monjas durante todo el año.

También existía una pequeña zona donde todavía quedaban unos treinta enfermos de lepra, que vivían allí y se encargaban de cuidar un pequeño huerto. (Continuará)


  
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