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El Real Zaragoza "rebla" y se coloca fuera del ascenso Redacción (NJ) (Dec 15, 2008) Fútbol |
Marcelino no estuvo en el banquillo y el Zaragoza no estuvo a ratos en el campo. Al técnico, estratégicamente situado en las filas bajas de Balaídos se le debió de arrugar el corazón cuando, antes de tomar asiento, López Vallejo le había tumbado ya tres pulsos a David mientras a sus defensas no se encontraban en el campo.
Ese dominio alternativo del Celta fue imponiendose claramente hasta forjaruna derrota sin contemplaciones y sin excusas de un equipo con graves problemas de autoridad sobre el campo y sobre su mundo en Segunda. Le falta fuerza y convicción a este Zaragoza que debe ser humilde y pelear con mas fuerza y ambición.
En Vigo, el Zaragoza se bañó en el chaparrón que dejó el cielo, en la tormenta huracanada que al inicio desató el Celta y en la pobreza de su fútbol. A los de Marcelino les costó encontrarse media hora. Hasta entonces, morían por el medio ante el imparable naufragio de Zapater y Gabi, pero revivían en las manoplas benditas de López Vallejo. Hasta el portero zaragocista llegó tres veces el bullicioso David solo, limpio de adversarios, con tiempo y el balón sujeto. . Sin embargo, esa superioridad del delantero del Celta se pulverizó en cada intento sobre López Vallejo, que solventó los careos con seguridad: frío, impasible y paciente.
La impericia de David recordó a Braulio. Ambos son ligeros y avispados en las zonas huecas, sudan por ellos y por los demás, rasgan las defensas a machetazos; pero el gol los apaga. Dinei, en cambio, recordó a Ewerthon. Por la insistencia de sus desmarques y por su obsesión con el gol. El brasileño se inflamó como un velero, sacó del sitio a los centrales y provocó el caos en la defensa del Zaragoza. Rematando a puerta, se justificó con su golazo, nacido en un disparo portentoso al que López Vallejo, mal colocado, vio venir como un obús. Escuchó el zumbido y sacó el balón de la red.
En ese punto, en el minuto 61, se acabó el partido para el Zaragoza, que solo lo había pulsado en la recta final del primer tiempo y en el nacimiento del segundo.
Durante ese tramo, el Zaragoza carburó mejor en parte porque su zona nuclear pasó del negro al gris. Con Zapater perdido, Gabi metió unos minutos de aire al equipo. El Zaragoza juntó el norte y el sur y alcanzó la portería de Notario.
Ewerthon aprovechó una combinación con Oliveira y se plantó delante de la portería del Celta. La lógica última, su racha reciente e infalible, su sintonía con el gol, hicieron pensar que a partir de ese momento el partido se balancearía hacia el Zaragoza. Que se impondría de nuevo la ley del más fuerte, que esos minutos iniciales con el Celta reventando a trabajar a Vallejo quedarían como un apunte más de las inconstancia de su juego. Pero Ewerthon se encontró la madera. Al instante, volvió a rozar el gol, pero sin acierto. Tampoco lo tuvo Oliveira, sumergido en un estado preocupante de juego y olfato.
Esa fue la tenue reacción del Zaragoza, demasiado liviana para ser verdad. Escasa e inútil. Luego, Dinei desequilibró el partido y Marcelino, con menos fortuna y sentido que otras veces movió el banquillo. Deshizo el cambio de Hidalgo por Arizmendi para devolver al ex del Málaga al centro y estirar la banda con Songo'o. La maniobra apenas fue un estímulo porque todos los balones se perdían por el camino.
Al Zaragoza siempre le faltaron o sobraron centímetros. Ewerthon dio un paso de más ante un envío lateral con traje de gol. Posteriormente, Hidalgo no intepretó una contra de Caffa y no llegó al centro atrás del extremo zurdo argentino. Eso fue todo el peligro: intentos sin efecto.
El Zaragoza se fue apagando para siempre y el Celta volvió a subir su temperatura. Dani Abalo, en perfecta jugada de los gallegos, acunó libremente un balón en el área y cruzó el balón a López Vallejo, cuyas manos rozaron la imposible pelota y demostraron que su dueño no puede con todo. |
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