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La fuerza de voluntad Miguel Ángel Albás (May 19, 2008) Educación y Familia |
La fuerza de voluntad se adquiere. Nadie nace con la voluntad necesaria, sino que es la consecuencia de una serie de actos, de ejercicios paulatinos, que ordenados por la razón y fruto de unas motivaciones controladas, están orientadas a la consecución de un fin elegido libremente. Ello supone que forjar la voluntad requiere, en principio, de una toma en conciencia de que es preciso adquirirla y, posteriormente, de un esfuerzo personal para alcanzarla. Ser conscientes de que la voluntad se desarrolla con su ejercicio en los actos cotidianos que realizamos y para ello existen dos factores determinantes la motivación y el sentido de la responsabilidad.
¿Qué motivos tenemos para actuar cada día? ¿Por qué y para qué realizamos nuestras tareas?: En primer lugar: motivos personales luego por motivos familiares, después por motivos sociales. Entre los primeros y para el trabajo-estudio: estudiar para saber, para conocer, hacer cosas (aprender para obrar), al ser la capacidad creadora un elemento distintivo del ser humano y el fin natural del hombre. Los motivos familiares y sociales son consecuencia de nuestra pertenencia a una familia, a un grupo social determinado y a una comunidad humana mas amplia.
Es evidente, que estas motivaciones se dan entremezcladas y que en ocasiones, para algunos, no existen o no son conscientes de que han de ser elemento motivador para su trabajo. De todas formas, es claro que unas motivaciones son más fuertes que otras, y por tanto, al motivar con más intensidad, sirven de acicate a la voluntad, que se pone en movimiento con más fuerza. Elegir las motivaciones más adecuadas a la cualidad de la persona y, a su edad y condición, es un elemento impulsor para poner en marcha la voluntad, y al hacerlo, conseguir mas “músculo mental” o fuerza de voluntad.
Los “educadores” han de presentar, a aquellos que pretenden ayudar a educarse, los motivos que auténticamente “mueven” a las personas. Una cosa es incentivar para adiestrar y así conseguir determinados comportamientos y logros (eso adiestra pero no educa) y otra, facilitar auténticas “razones” que, interiorizadas y libremente asumidas, ponen en marcha los corazones de las personas libremente, “porque nos da la gana”. Actuamos como personas cuando son nuestras personales convicciones, ideas y creencias las que nos impulsan. Por ejemplo, estudiar para saber y posteriormente crear; hacer cosas que contribuyan al desarrollo y mejora de las personas y por ende de la humanidad, es además de una obligación inherente a toda persona (lo sepa o no), el medio de realizarse como tal.
El segundo elemento que constituye la voluntad es la responsabilidad. Para educar la responsabilidad es necesario educar en libertad y ello exige ser conscientes de aquello que impide la misma. Y lo son, porque nos someten y atan, los defectos, debilidades y vicios que es necesario primero conocer y después tratar de erradicar de nuestras vidas. Para ello el educador puede y debe facilitar que el educando se conozca a sí mismo “gnosce te ipsum”: sus potencias y debilidades. Las primeras serán sus puntos fuertes y su apoyo, las segundas los defectos que con constancia ha de tratar de vencer.
Son tres aspectos que debe conocer “No ser”, “No tener” o, “No saber”. No ser sincero, ordenado, obediente, optimista, laborioso, generoso, alegre, delicado, puntual, comprensivo, amable, exigente, etc. No tener un proyecto de mejora, plan de trabajo, iniciativa, paciencia, reciedumbre etc. No saber trabajar, estudiar pensar, expresarse, elegir, decidir, escuchar, ayudar, rectificar, etc. Que se conozca, acepte y se quiera (autoestima) con los defectos que tiene es pues, el primer paso para ir alcanzando la deseada madurez (ser un hombre), gracias a la cual puede conseguir lo que, a veces, y con gran sorpresa por su parte, le parecía imposible de alcanzar.
Porque, a menudo, el ser humano se encuentra con que, gracias a su pequeño y constante esfuerzo; después de una profunda reflexión sobre sus actitudes, ha logrado superar su falta de voluntad y con ella ha alcanzado el orden, la seguridad en si mismo, vencido su timidez, superado su egoísmo, o su afán desmedido por las cosas. Alcanzar la coherencia, vivir en la verdad le ha hecho, por fin, un ser libre.
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