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Educación y Familia

EDUCACIÓN  •  28-11-2005

VII. El Estudio y la Mejora Personal
Miguel Ángel Albás Mínguez

La sociedad se ha acostumbrado, a que el alumnado, se convierta en un "satisfecho", al que le basta, tan sólo con aprobar. La mejora personal o aprender, han quedado anclados en un segundo plano, gracias al permisivismo actual. Es por ello, que la Ley Orgánica de Educación, no puede caer en los mismos errores, que hemos arrastrado hasta hoy... nuestros alumnos carecen de sentido crítico. Este es el único camino que les puede llevar a diferenciar la verdad del error, acrecentando el rigor científico y el criterio, a través de su formación intelectual, y el amor al saber.

Es importante tener las ideas claras para poder adoptar una actitud adecuada ante el estudio, una actitud positiva. Porque ello, va a facilitar, y mucho, el logro de la mejora personal, que supone, este trabajo intelectual.

Siempre será una de las principales funciones de la familia y de la dirección de un centro educativo, el lograr que exista un clima apropiado para que todas las personas que lo integran -padres e hijos, profesores y alumnos- puedan desarrollar su afán de saber, junto con su mejora personal.

Todos sabemos de su importancia. Importancia que proviene del hecho de que cuando uno se está educando y, por ello, estudia, además de incrementar las capacidades intelectuales se está ejercitando algo de mayor trascendencia: el desarrollo y perfeccionamiento de las capacidades humanas. Ya que al hacer uno lo que tiene que hacer, está poniendo a prueba su capacidad de autodominio; y al ir superando los obstáculos que se le presentan, va adquiriendo madurez, y por lo tanto, va configurando una fuerte personalidad.

Pero no podemos olvidar una idea clara: todo ser humano y particularmente la juventud, quiere más ser estimulada que instruida. Va a ser su capacidad de observación, su agudo espíritu crítico lo que le va a permitir descubrir, cada vez, con mayor profundidad, que para prepararse para esa lucha por la vida, hay que estar entrenados ya que nadie les va a regalar nada. "El hombre no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender".

De ahí la conveniencia en resaltar la importancia del esfuerzo, de la necesidad de un orden, para que el hijo o el alumno, vaya incrementando paulatinamente su espíritu de trabajo. Este es el mejor modo que tiene para ir descubriendo, que este esfuerzo que supone "su" trabajo, es la mejor manera de prepararse para la vida.

Lo dicho es válido para todo tipo de chavales. Precisamente, aquellos, que cuentan con mayores cualidades humanas e intelectuales, son los que están en mejores condiciones, ya que el grado de interiorización será mayor. Y estas reflexiones, les servirán para reafirmarse en que están utilizando su tiempo de la mejor manera, ya que será la mejor manera de desarrollar sus capacidades intelectuales y humanas.

Dos actitudes ante el estudio

Vamos a centrarnos, en primer lugar, en la actitud que sobre el estudio tienen la mayoría de los estudiantes. Es una imagen equivocada pero que está muy extendida, yo la denominaría como la imagen del estudiante "satisfecho". Toda su preocupación gira principalmente en la obtención de unas buenas notas. Todo su esfuerzo a lo largo de sus estudios lo ha polarizado en acumular conocimiento, con un exclusivo objeto: los resultados, las "notas".

Esta es la imagen que se ha ido transmitiendo de generación en generación. Como consecuencia de ello, está muy extendida esta actitud ante el estudio: la de obtener únicamente el éxito académico, por el camino más corto y fácil; es decir, la acumulación de conocimientos.

Este tipo de estudiante suele ser un conformista, gregario, que pide al profesor el libro de texto o los apuntes para salir airoso de los exámenes. Una vez que los ha superado se olvida de la materia.

Esta actitud se observa incluso en bastantes estudiantes universitarios, que como consecuencia de sus cortos vuelos intelectuales, tratan de seguir haciendo lo único que han aprendido a hacer en las etapas anteriores de la enseñanza: "memorizar" para poder exponer en el momento del examen, un conjunto de conocimientos que le son exigidos.

A ello, ha contribuido sin duda la influencia de bastantes profesores que siguen poniendo pruebas o exámenes, con el exclusivo fin de comprobar, si los alumnos recuerdan los contenidos de las asignaturas que imparten.

Este tipo de estudiante que acabamos de describir, es el de un estudiante que no aspira a más, ya que no se preocupa de conocer que hay más allá del libro de texto. Lo suyo es aprobar con buenas notas y nada más.

En estas condiciones, además de ser un mal estudiante, es un estudiante aburrido. Porque el aburrimiento consiste precisamente en no descubrir posibilidades nuevas a lo que se hace cada día, ya que es una actitud conformista, pasiva.

Esta mentalidad equivocada está siendo potenciada de un modo notable, como consecuencia del ambiente hedonista que nos ha tocado vivir y que está impregnado todo. Se nos hace creer que solo debiera exigirse aquello que el alumno le gusta, le apetece. De ahí que exista cada vez mayor número de profesores, que (al ser presa de este ambiente hedonista) pretenden motivar a "sus" alumnos facilitándoles la materia de estudio, tratando de allanarles el camino.

Para lo cual, utilizan todo tipo de procedimientos: medios audiovisuales, indicación de lo más significativo y que va a ser objeto de examen; "recuperaciones" continuas, para los que no han aprobado...; en definitiva se les facilita el camino para que no se esfuercen... sin darse cuenta de lo que están haciendo es ayudar, estimular e incrementar la "pereza mental" del alumno.

La otra actitud, totalmente opuesta a la descrita, es la del "verdadero" estudiante que debe desarrollar una actitud protagonista, ya que ha de profundizar en que es lo que quiere para ir a buscarlo con estilo personal. Ha de fomentar su afán de saber, su amor a la verdad, su curiosidad intelectual. Ha de llegar a apasionarse con el conocimiento del hombre y de la vida humana, junto con el apasionamiento sobre aquellas materias que despiertan en él predilección.

Pero sin olvidar que uno de los "secretos" de mayor interés que siempre tiene el estudiante, es el de conseguir que se le hagan agradables aquellas materias que de entrada le resultan más áridas, hasta el punto de que lleguen a interesarle de tal modo que le permita, incluso, entusiasmarse con el fin de captar toda su verdad.

De ahí, la importancia que tiene el desarrollo de la capacidad de interesarse, el saber encontrar motivos para aprender. También el afrontar los obstáculos que se le presenten con espíritu deportivo, es decir, sin desanimarse, intentándolo una y otra vez, con afán creciente de superación.

Ahora bien, este afán de superación está muy relacionado con la humildad intelectual. El autosuficiente no "necesita" saber más. En cambio quien es consciente de sus propias limitaciones, quien se reconoce ignorante en muchas materias, sentirá ese afán de aprender que le llevará, por ejemplo, a valorar las ideas de los demás.

Solamente cuando las cosas no nos resbalan, no pasan desapercibidas, sino que son objetos de reflexión, es cuando surge la actitud de sorpresa y de admiración hacia lo que nos resulta desconocido o incomprensible. Tras ello viene la pregunta, la curiosidad, la necesidad natural de saber.

Es preciso, por tanto, caer en la cuenta que el afán de saber exige una actitud de rebeldía, de inconformismo, de no poner solo "codos", sino de poner imaginación, iniciativa, sentido crítico. Esto es lo que "todo" estudiante ha de tratar de descubrir.

Terminamos haciendo unas consideraciones sobre el último punto: el sentido crítico. Empezamos diciendo que la capacidad crítica no siempre es bien entendida.

Frecuentemente, se confunde con el espíritu crítico o criticismo, que supone criticar por criticar. Es la crítica fácil, improvisada, que no procede del estudio ni del afán de saber, sino de la superficialidad, la desocupación e incluso del resentimiento. Es la crítica que se limita a denunciar, a protestar sin aportar soluciones ni colaborar.

Por el contrario, el sentido crítico bien entendido, requiere análisis, discriminar entre la verdad y el error, estudiar las cosas antes de pronunciarse sobre ellas. Esta capacidad crítica es propia de las personas que tienen el hábito de la reflexión y piensan con rigor científico, de las personas con criterio, de las que poseen un modo propio de ver las cosas, de situar la realidad.

En definitiva la capacidad crítica, la curiosidad intelectual y el amor al saber, son virtudes intelectuales necesarias para lograr la formación intelectual.

¿La ley de Educación que estos días se debate en el Congreso de los Diputados recoge estos criterios y fomenta en su articulado esta inquietud por aprender o, facilita la pasividad del alumno y le encamina al fracaso escolar y por ende personal?. ¡Ojo! Que el supuesto criterio de querer la igualdad, y que pretende tratar de la misma manera a los desiguales, no sólo no fomenta la igualdad, sino que acrecienta la diferencia y les hace más desiguales.