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SOCIEDAD 14-11-2005
El Cachete ¿Pedagógico?
Ignacio Muñoz (NJ)
El 58,7% de los españoles defiende aplicar 'jarabe de palo' a los hijos rebeldes, un porcentaje claramente superior al resto de Europa. Ante estos datos, no han tardado en alzarse voces en contra de esta práctica consentida, en cierto modo, por el código civil.
Ángeles se ha levantado de la cama a las 6.15 de la mañana. Un café y una hora de atasco después, llega al trabajo. Su comida se reduce a un bocadillo en el bar de enfrente y a dos cafés de máquina. Son la 7 de la tarde y sale de la oficina con unas profundas ojeras y un humor de perros.
Al llegar a casa, su marido le da la bienvenida: "Cariño, el crío se ha peleado en la escuela". Es más, su hijo se ha peleado en la escuela, ha roto un jarrón jugando al fútbol en el salón de casa y no quiere comerse la cena. El crío muestra en su rostro una mezcla de rabia y rebeldía. Ángeles, cansada de todo, se acerca al chaval y, ¡zas! le arreas un bofetón en la cara.
Es una historia ficticia pero que se repite a diario en nuestro país. Si se ve identificado/a con esta escena, no se incomode y busque consuelo: su caso no es el único. Según un estudio elaborado por la organización Save The Children, el 58,7% de los padres españoles considera imprescindible pegar "algunas veces" a sus hijos como elemento educativo.
Estos datos han que llevado al Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades, a proponer la reforma del artículo 154 del Código Civil. Dicho artículo afirma que "los padres podrán corregir razonada y moderadamente a sus hijos", a lo que, según Nuñez Morgades, debería añadirse "siempre que no sea con un castigo físico o dañe la dignidad del menor".
El debate sobre la conveniencia del cachete en la educación de los hijos no se hace esperar. Si su chaval es indomable, tome asiento. Hablan los expertos.
"Estoy totalmente en contra del castigo físico a los niños". Habla Marta Giménez Alfaro, psicóloga infantil. Los psicólogos parecen llevar la bandera de tolerancia cero en este debate. "Lo que no puedes enseñar a un niño -continúa- es que se pueden conseguir cosas mediante la fuerza. Si el chaval ve esto, luego lo aplicará en su vida".
Este es el argumento más utilizado por aquellos que rechazan el azote. Según el informe 'Stop al castigo físico', de la Fundación Cooperación y Educación (FUNCOE), "los niños que reciben golpes en casa atacan a sus compañeros el doble de veces que los que no son pegados".
Esta claro que, desgraciadamente, la violencia está implantada en nuestra sociedad: bulling, violencia de género, maltratos, padres que pegan a los hijos, hijos que pegan a los profesores...
Y, desde diversos ámbitos (especialmente los psicólogos), se apunta como principal detonante de esta situación al uso de la violencia en la educación de nuestros hijos. En Save The Children aseguran que "si un niño vive con hostilidad, aprende a pelear" mientras que "si vive en la tolerancia, aprende a ser paciente".
Para Javier Laspalas Pérez, doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación, estos argumentos no son muy creíbles. Según Laspalas, el castigo físico ha existido siempre: "Yo mismo he sido castigado físicamente por mis padres y no creo que haya salido tan mal".
Efectivamente, nadie duda que los padres de generaciones anteriores pegaban más que los actuales. Sin embargo, los chavales de hoy en día parecen ser mucho más violentos. ¿Cómo se explica esta paradoja? Javier Laspalas señala que el problema surge de la mala utilización del castigo físico: "En la mayoría de las ocasiones el padre pega porque está enfadado y no como elemento didáctico para su hijo, lo cual no cumple con los requisitos que legitiman el castigo".
Los requisitos de los que habla el pedagogo están recogidos en unas normas del castigo que se aplicaban antiguamente en las escuelas, especialmente los padres jesuitas. Entre otras normas, este código señalaba que no se castiga en el momento en que se ha cometido la falta porque se corre el peligro de castigar por ira y no por la educación del chaval.
Además, se intentaba que el alumno viera su falta de forma serena y asumiera la culpa y el castigo. "Porque -añade Laspalas- si a un chaval se le castiga y éste no ve justicia, se le hace más mal que bien".
Olatz Muñoz Arrieta, profesora de Sociología Ambiental en la Universidad Pública de Navarra, comparte gran parte del discurso de Javier Laspalas. Muñoz considera legítimo el uso del cachete pedagógico, y va más allá: "Las fórmulas que tiene un padre para conseguir que su hijo le haga caso son muchas: el castigo, el chantaje, los gritos, la amenaza... y, sinceramente, no creo que el castigo físico sea la peor de todas".
Alternativas al cachete
Pongamos que la cansada y ojerosa Ángeles decide hacer caso a la psicóloga Marta Giménez y rechaza rotundamente pegar a su hijo. ¿Qué debe hacer para corregir la conducta del crío? Giménez apuesta por potenciar el "refuerzo positivo".
Es decir, indicar al hijo aquello que debe hacer y premiarle cuando lo haga. La psicóloga se muestra "contraria a aquellas personas que dicen que no hay que premiarles ya que «simplemente es su deber»".
Entonces, ¿es factible ese ideal de no castigar físicamente a un hijo? Javier Laspalas duda un instante, pero finalmente admite: "Físicamente igual sí. Lo que no creo factible es no castigar nunca, de ninguna manera".
En esto están de acuerdo la mayoría de los profesionales. Incluso los defensores del azote pedagógico matizan que éste debe ser el último recurso. Antes de llegar a ese extremo debemos utilizar otro tipo de castigo.
Pero, de nuevo, no es válido cualquier tipo de castigo. Como apuntaba anteriormente Olatz Muñoz, hay castigos que pueden llegar a ser peores que el propio cachete. Marta Giménez propone a los padres aplicar un castigo "significativo, es decir, aquél en el que el niño pierde algo, y siempre atendiendo a la edad de nuestro hijo".
La psicóloga explica que, a edades tempranas, el niño sólo percibe cosas materiales y que, conforme va creciendo, aparecen factores sociales en su mentalidad. Por ello, Ángeles tendría que prohibir a su hijo objetos que el niño pudiera ver y tocar (puzzle, videojuego, etc.) en el caso de tener pocos años.
En cambio, debería ejecutar castigos que incluyan elementos sociales o afectivos (abrazos, salir con los amigos, etc.) en el caso de que el chaval tuviera ya una cierta edad. "Por ello -insiste Giménez- el cachete no es una solución, ya que no supone una pérdida para el niño".
En este sentido, Olatz Muñoz opina lo contrario. Según la socióloga navarra, el cachete "sirve para que el niño se de cuenta de que sus padres están tan enfadados que le han tenido pegar, que ha agotado la vía del diálogo y de cualquier otro tipo de castigo".
Implicación de los padres
Como puede comprobar, los expertos coinciden en algunos puntos, pero difieren en otros. Uno de los puntos en común es una crítica a ustedes, los padres. Según la mayoría de los profesionales, una de las graves deficiencias en la educación de los niños radica en la falta de implicación de los padres. Como apunta Giménez, los padres "delegan cada vez más la educación de sus hijos a agentes exteriores al hogar: profesores, abuelos, entrenadores...". De esta manera, "se lavan las manos ante posibles problemas".
Olatz Muñoz opina en la misma línea. Según ella, actualmente los padres no son los únicos educadores de sus hijos, ya que existen una gran cantidad de factores externos: "El entrenador del equipo donde juega el chaval o la misma televisión están muy por encima de lo que tú le digas a tu hijo, y esto debería cambiar".
Además, Muñoz añade que no hay una actitud solidaria por parte de los padres en la labor educativa: "Hablamos mal de los compañeros, de los profesores, de los abuelos,...".
Como ven, el debate no se soluciona con un sí o un no. Existen infinidad de matices en este complicado proceso que es la educación de los hijos. Por ello, no debemos olvidar la importancia de dicha educación. Como decía el famoso psicoanalista Bruno Bettelheim, "no hay padres perfectos".
Pero es indispensable que sí existan padres que, preocupados por sus hijos, intenten buscar el equilibrio entre todas las teorías e informaciones que los expertos nos proponen. Es por esto por lo que Ángela (como tantos otros españoles), al llegar hastiada de su trabajo a casa, debe reflexionar, aunque sea un instante, a la hora de tomar una decisión en la formación de su hijo.
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