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EDUCACIÓN 7-11-2005
III. Educación y Manipulación
Miguel Ángel Albás Mínguez
Luchar contra la ecuación educación-manipulación, debe ser uno de los objetivos de la sociedad actual. Un objetivo, que nunca se podrá lograr, sino se diferencian las características entre ambos conceptos. El derecho a educar, olvidando la manipulación, para no deteriorar nuestra dignidad como personas. Intentar que las personas, mejoren; es contribuir a la mejora de toda la sociedad.
La educación siempre tiene una finalidad: la mejora de las personas. Lograr que los destinatarios de nuestras acciones educativas desarrollen su libertad y lleguen a realizarse como personas. Se entiende bien la finalidad educativa, como la finalidad de mejora personal, de elevación del ser humano, de sobreabundancia de ser.
Por el contrario, no es fácil entender que la manipulación persiga el deterioro humano. Quizás facilite su comprensión, el saber que muchas veces quienes manipulan no tienen en cuenta el daño que ocasionan a los destinatarios de su acción. Ellos, simplemente, se proponen unos fines, sin reparar en la licitud o ilicitud de los medios y, sin plantearse, la necesidad de respetar la libertad y la dignidad del ser humano.
La educación implica una actitud de servicio al educando. La manipulación, aún sin ser conscientes de ello, pretende dominar. Esta finalidad de dominio suele ser, fundamentalmente, de tipo ideológico o económico.
Dos actitudes opuestas (actitud de dominio y actitud de servicio) se enfrentan en el interior de cada ser humano. Servir o dominar, es el resultado de una lucha interior o de su ausencia. De algún modo, pudiera decirse que todos llevamos dentro un educador y un manipulador en potencia, aunque la acción manipuladora no es la única forma de dominar, ni la acción educativa, la única manera de servir.
No todo servicio es educación. Esta es, esencialmente, un servicio de mejora, cuya calidad es mayor, a medida que se desarrolla la libertad y el amor en quien educa.
No todo dominio es manipulación. Esta es, en esencia, un dominio enmascarado - una tiranía solapada -. Es un enmascaramiento que tiene lugar mediante el uso de un lenguaje ambiguo, hecho de slogans. Estos consisten en frases sintéticas, que expresan en pocas palabras un argumento o una definición, a modo de invitación para pronunciarse a favor o en contra de algo.
Se oculta la verdadera finalidad de lo que se propone, para que sea fácilmente aceptada por el destinatario o destinatarios, insinuando que la auténtica finalidad es la que se argumenta en los slogans. No se deja alternativa, ni se brinda la oportunidad de reflexionar, sino que se impele a pensar o actuar de determinada manera con la argumentación o justificación previamente elaborada por el manipulador.
La manipulación es, siempre y en consecuencia, un proceso de reduccionismo del ser humano, en contraste con la educación, que es un proceso de mejora personal.
Este radical contraste, que se advierte entre la manipulación, en sus diversas modalidades reductoras, y la educación, tiene interés para los educadores, porque les permite un mayor esclarecimiento del concepto educación.
La manipulación se apoya en la ambigüedad, la educación en la claridad de ideas. La manipulación fomenta la incongruencia; la educación comportamientos humanos congruentes.
La manipulación busca la complicidad de los puntos débiles del manipulado; la educación se apoya en los puntos fuertes, en las mejores posibilidades de los educandos.
La manipulación promueve comportamientos humanos pobres, masificados, con decisiones de escasa calidad; la educación, actuaciones autónomas y responsables, a partir de verdaderas decisiones personales.
La manipulación es una tiranía solapada, que instrumentaliza a la persona humana al servicio de lo ideológico o de lo lucrativo; la educación es un servicio de mejora, que finaliza su acción en la persona -en cada persona-, respetando su modo de ser.
La manipulación es una acción reductora, cuya consecuencia es el deterioro humano, la educación es un proceso de mejora personal y una ayuda necesaria para el logro de esta plenitud del ser humano, (toda ayuda innecesaria limita a la persona). La manipulación es función de contravalores; la educación es función de valores.
El referido contraste pone de relieve, por una parte, la gravedad de algunas dificultades con las que se enfrentan hoy los educadores - especialmente los padres de familia - en su quehacer diario; por otra, destaca las inmensas posibilidades - con frecuencia minusvaloradas - de la acción educativa.
Si sólo consideráramos la manipulación, como la actitud reactiva de las familias - en general de los educadores - podría ser calificado de derrotismo. Corriendo el peligro de caer en la actitud de quienes - juzgan - su causa como perdida, llegando a poner en duda, incluso, su fundamento. Al menos, se calificaría como una actitud pesimista.
Cuando, por el contrario, los efectos de la manipulación se estudian en relación con la naturaleza y las posibilidades reales de la acción educativa, la visión del problema es positiva. El conocimiento y estudio de esos efectos -y de sus causas- sirve como punto de partida para el establecimiento de zonas prioritarias en una realista acción educativa.
El estudio de la relación acción educativa-efectos de la manipulación, pone de manifiesto una nueva faceta en la actuación del educador: el estímulo - mediante el ejemplo y la palabra - de un proceso de rebeldía en quién se educa, frente al reduccionismo y sus consecuencias. Es decir, la consideración de la educación como rebeldía ante la manipulación imperante.
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