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Educación y Familia

EDUCACIÓN  •  2-11-2005

II. Las Cuatro Vidas y la Educación
Miguel Ángel Albás Mínguez

La vida física, la intelectual, la religiosa y la de la voluntad, confieren al ser humano, un todo unitario; que le proporciona, no solamente un cuerpo donde vivir, al que hay que atender adecuadamente, sino también, una manera de hacerlo. Por ello, es tan importante, educar a nuestros hijos en las cuatro vidas, para que el día de mañana, tengan unos valores y unos conceptos que los hagan mejores personas. No nos olvidemos, que el futuro es de ellos.

Suele sorprender la afirmación: "cuatro vidas tiene el hombre" y, sin embargo, es cierta, pese a que el cultivo de las cuatro vidas no esté, hoy, muy de moda. En la actualidad, para la inmensa mayoría de los padres y de los gobiernos, es obvio, que tienen que cuidar la primera: la vida física de los chavales. Por ello, raro es el chico o la chica que no se ve alentado por su familia a cuidar de su alimentación e higiene y ocupado en la práctica de algún deporte. Es importante que los hijos crezcan sanos y fuertes.

Hace años, cuando la práctica deportiva no era tan frecuente y no había tantos medios para realizarla, ésta era una asignatura que muchos echaban en falta en la educación escolar. La alimentación sana y abundante, siempre ha sido una preocupación constante de los padres, y siempre la resolvían lo mejor que podían, de acuerdo con sus posibilidades económicas. Hoy, gracias a Dios, en general, para la mayoría de la población de nuestro país, no es un gran problema. Lo que ya a nadie le cabe duda es el tema de la higiene.

Aunque, a menudo, hay que pelear con los chavales para que se cepillen los dientes y para que se duchen, parece cierto que ellos mismos están convencidos de lo necesario que es para su salud física practicar con regularidad las normas de higiene. Además, el culto al cuerpo está de moda y pegan muy mal unas zapatillas de marca, unas sudaderas llamativas, con un cuerpo desaliñado, sucio y poco deportivo. Todo eso está muy bien, hemos progresado y tenemos unos chavales -chicos y chicas - que da gozo verlos.

La segunda de las vidas, la intelectual, no le va a la zaga y, a pesar de que los planes de estudio no son del agrado de todos, y de que algunos opinan que los chavales no están tan preparados como antes, todo el mundo está de acuerdo con que los chicos tienen que estudiar.

Por otra parte, los chicos son más despiertos - tal vez, sea cosa de la "Tele" -. Las actividades extraescolares desarrollan valores y capacidades a los que sus padres no tuvieron acceso. La informática, y esa rara habilidad para manejar todo tipo de artilugios electrónicos, merece la admiración de los mayores.

De todas las maneras, ésta es una preocupación constante y prioritaria de los padres y de los gobiernos, que quieren preparar a los chicos con unos conocimientos y títulos que les permitan salir adelante, en un mundo cada vez más competitivo. Por cierto, no nos olvidemos de mencionar la necesidad del conocimiento de idiomas, hoy casi tan imprescindible como lo era antes saber la famosa tabla de multiplicar, que aprendíamos, incluso, cantando.

La tercera vida, la vida de la voluntad, del autodominio, de la formación del carácter y de la personalidad, sin embargo, no está tan atendida. La vida de la voluntad - como todo lo que tiene vida - también precisa de alimentarse para crecer.

Tenemos chicos y chicas sanos e inteligentes, pero muchos de ellos son caprichosos, débiles e inconstantes y, a pesar de todo el esfuerzo que hacemos, no entendemos el por qué del fracaso escolar, que va en aumento. Tampoco entendemos cómo es posible que, con los magníficos sentimientos que tienen -preocupados y solidarios con el tercer mundo y la ecología- se manifiesten caprichosos y egoístas con los padres y abuelos, y muy poco generosos con los amigos. A veces nos echamos la culpa y decimos "les consentimos demasiado"; quizás les protegemos en exceso y no tenemos en cuenta que "toda ayuda innecesaria es una limitación para el que la recibe". Ayudar a enreciar la voluntad de los chavales es una necesidad, y educar el carácter, un deber.

Por último, la cuarta vida: la vida espiritual. Asunto éste de interés y de pura coherencia lógica. No podemos, -en España la mayoría lo hace- bautizar a un chaval, luego permitirle hacer la Primera Comunión, incluso, llevarle a un colegio religioso y, luego, dejarlo solo, sin ayudarle con una buena formación, sin alimentar su vida espiritual para, más tarde, sorprendernos de que abandona su vida de relación con Dios.

Qué duda cabe que cuando sea mayor se planteará su Fe. Eso lo hemos hecho todos. Entonces tendrá que elegir. Pero, ¿qué puede elegir quién no conoce, o, lo que es peor, tiene una visión deformada -por insuficiente- de su religión y de Dios? La vida religiosa es una opción que toman los padres, para sus hijos, cuando los bautizan; de la misma manera que, cuando nacen, se comprometen a desarrollar las otras tres vidas y, si no lo hacen -porque no quieren- incurren en grave responsabilidad.

Respecto a la cuarta vida, ése es un problema de Fe. Si piensan que no deben bautizarlos porque ellos no son creyentes, me parece lógico, y que, cuando sean mayores, decidan por sí mismos. Pero si conviven con creyentes, ¿no será mejor que lo hagan con niños y personas que sean coherentes con sus creencias? ¿Acaso no queremos que ellos sean consecuentes con sus convicciones?.

Existe - hoy - miedo a las sectas, y hay que tener mucho cuidado con la influencia que reciben los muchachos. Por eso, hay que enterarse de a dónde van los chavales y con quién. Nadie, en su sano juicio, mandaría a sus hijos a un colegio sectario, de la misma manera que no los llevaría a un restaurante donde los pudieran envenenar, y por ello, a nadie se le ocurre dejar a sus hijos sin comer por si acaso.

La familia, la escuela, los deportes, o los centros de tiempo libre son una magnifica ocasión educativa, cada día más necesaria, para complementar el desarrollo de las cuatro vidas.

En todos estos ámbitos, se fortalecen físicamente los chicos: vida sana, aire limpio, alimentación adecuada y abundante, descanso austero pero confortable, contacto con la naturaleza, higiene personal, deportes, excursiones, fútbol, baloncesto, balonmano, tiro con arco, atletismo, ping-pong, balonvolea, béisbol... Juegos al aire libre y de interior.

La vida intelectual se desarrolla dando sentido y aplicación a muchas de las materias que aprenden en la escuela en el ámbito familiar, los clubes de tiempo libre, con los amigos, fomentando la lectura, las tertulias, los deportes que también hacen pensar, los campamentos, las aulas de la naturaleza, las convivencias de todo tipo, aprender a calcular para orientarse en montaña o en una marcha de rastros.

Saber estudiar distancias, resistencia de materiales para las construcciones, trabajos manuales, conocimientos geográficos, ciencias naturales, astronomía, historia, sociales -en pura práctica-, arte, guitarra, canto, música, vídeo, fotografía, dibujo, redacción y hasta idiomas... Todo ello, gracias a las clases y talleres de todo tipo. Campeonatos de ajedrez, damas... y juegos, muchos juegos, que desarrollan la inteligencia, y que dan ocasión de encontrar un sentido práctico y una aplicación a lo que aprenden en el colegio y en casa.

El desarrollo de la vida de la voluntad, el autodominio, la formación del carácter, son tan naturales e inevitables como la vida en casa, con los amigos, en el deporte, donde el adolescente tiene que aprender a valerse por si mismo; a hacerse sus cosas en un clima de amistad y de cariño - no exento de exigencia y del necesario orden - para que la convivencia familiar, escolar, con los amigos, en el deporte, en actividades extraescolares o en esa peculiar "aldea" que son los campamentos, sea magnífica.

La vida psico-afectiva de los chicos y chicas crece, se desarrolla armónicamente en un ambiente de alegría y camaradería y, con ella, se afianza su personalidad, se enrecia su voluntad, templándose su carácter. El vencimiento de la pereza, el orden, la generosidad, el compartir, es necesario en un ambiente, en el que se procura que no exista lo superfluo -para que no los haga egoístas e insolidarios-. En el deporte, y en las actividades extraescolares, como en un campamento - si son educativos - se quiere a los chavales - al igual que en las familias - por lo que son, nunca por lo que tienen, y ni siquiera por lo que valen.

Y así llegamos a la cuarta vida: la vida espiritual. En un ambiente de respeto por las creencias de cada uno, en la familia, la escuela, en el deporte, en todos los lugares aflora, con naturalidad, la presencia de Dios para los creyentes, y el sentimiento de respeto a lo desconocido para los no creyentes, junto con la afirmación en sus convicciones y valores. El crecimiento en la vida de la Fe no es algo impuesto, sino algo tan natural como el ambiente familiar en que se vive o en el centro escolar donde se respeta y fomenta, sin complejos, para los creyentes de todas las religiones o en la naturaleza y la sociedad que también les habla de Dios. De un Dios que es Amor y que ha creado tantas cosas bellas que ellos - cada día - contemplan.

La naturaleza, la amistad, el amor, la alegría, en la que continuamente están inmersos, les hablan de Dios o, en todo caso, de los valores y tradiciones que sus padres les proponen sin que la existencia de Dios les parezca necesaria.

En estos ambientes, son fáciles las charlas y las tertulias, una adecuada catequesis, la vivencia y comprensión de la Santa Misa para los católicos, el rezo de sus prácticas religiosas para los chicos y chicas de otras confesiones y el respeto para los que no creen en lo mismo que tú, pero tienen su vida espiritual, sus ideas y creencias.

La oración - para los creyentes - fluye espontánea y coherente - como una expresión de gratitud y de petición - por las propias necesidades y por aquellos que han hecho posible su existencia, su formación deportiva, intelectual, espiritual. Para los no creyentes, es también muy importante el reconocimiento de los valores en que se fundamenta su vida espiritual porque, sin ella, se crea un vacío que les impide orientar su vida, ni tener agradecimiento, sin definir los objetivos y el sentido de su existencia.

De esta manera, crece la vida del espíritu de los chicos y chicas en la familia, el deporte, la escuela... y, con ello, se cierra el ciclo de su educación. Así se realiza en todos los ámbitos la acción educadora. Sino es así, no se está educando, se está manipulando.

Los chavales y jóvenes tienen derecho a que se les hable de Dios si, ellos y sus padres, quieren. Ellos, -los padres- son los responsables de su educación y los gobiernos tienen que velar para que se cumplan sus deseos (27.3 de la Constitución). No se les debe obligar a recibir una formación religiosa si no quieren, por eso, nuestra Constitución declara aconfesional al Reino de España.

Pero lo que no quieren los españoles, al menos la mayoría, y no sólo los católicos, sino también los de otras confesiones, es que se ¿eduquen? sin ninguna formación religiosa.

Los que así lo desean, que así lo hagan. No sólo están en su derecho sino, también en la obligación de aportarles los valores que crean convenientes para forjar su espíritu y, de esta manera, completar adecuadamente el ciclo de la educación de sus hijos.