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EDUCACIÓN 24-10-2005
I. ¿Qué es Educar?
Miguel Ángel Albás Mínguez
Ante el próximo debate sobre la Ley de Educación en el Congreso, y las diferentes manifestaciones de colectivos, como la Iglesia Católica, que han rechazado ya, el modelo planteado por el gobierno central, es necesario fijar de antemano algunos conceptos. En medio de una polémica sobre dicha ley, es conveniente, recordar... ¿qué es la educación?
La educación se define como la ayuda que una persona (un grupo o una institución) presta a otra para que se desarrolle y perfeccione en los diversos aspectos de su ser (física, intelectual, afectiva y espiritualmente) para que así pueda dirigirse mejor hacia su fin como ente personal.
La educación es una característica de la vida humana que distingue al hombre de los demás seres del universo. El hombre manifiesta tres aptitudes que le sitúan en un plano superior al de los demás vivientes: el lenguaje, su aptitud de utilizar símbolos para el pensamiento y su comunicación; la técnica que le permite servirse de la naturaleza física para crear instrumentos que aumentan sus capacidades de trabajo; y la ética que le permite distinguir el deber ser del ser de hecho.
La educación guarda siempre relación con la "mejora de la persona" o, por el contrario, no es educación sino manipulación. Si algo o alguien no ayuda a la mejora personal no educa sino "cosifica". Reduce al hombre de persona al nivel de "cosa".
Cada ser humano es algo único y, a la vez, muy similar a los demás: se caracteriza por ser un "simismo" y un "semejante" y ello hace referencia a dos procesos que se dan en la educación: el de "individualización" y el de "socialización", que son dos elementos que se sintetizan en la "educación personalizada".
Cada hombre puede mejorar y necesita mejorar. En este proceso consiste la educación. Esta mejora personal, total, equivale a una educación integral. No se educa algún aspecto del hombre: se educa todo el hombre.
Educar procede de "educare" que significa "criar", "alimentar", "nutrir"; y de "educere" que significa "sacar de", "extraer". La verdadera educación es la síntesis del significado de los dos verbos latinos "educare" y "educere".
El educador ha de saber informar y saber graduar, oportunamente, la información para poder "alimentar" adecuadamente al educando. "Toda ayuda innecesaria es una limitación para el que la recibe". Una de las cuestiones más difíciles para un educador es saber distinguir entre ayuda necesaria e innecesaria. Su ayuda tendrá más calidad cuanto mejor potencie el protagonismo del educando, cuanto menos le sustituya, cuanto más le promueva, eleve, y le dé seguridad en sí mismo. Eso presupone "exigir" una actitud activa y positiva del que se educa.
"Educere" presupone "conocer las necesidades y las posibilidades" de cada educando y ello lo podrá hacer siempre que esté "atento"; que sepa escuchar, preguntar y respetar. Lo que se busca con la educación, es un "mas y un "mejor". Y concretando un poco más, nos encontramos con que la educación es el medio para que los seres humanos puedan llegar a ser más libres y más responsables.
Educación
La educación es una tarea conjunta: una tarea entre dos. No tiene un solo protagonista: ni lo es el educando, ni el educador. Lo son los dos conjuntamente, en relación, en comunicación, en participación, en un proceso de construcción. Participar, colaborar, construir son sinónimos de educar.
La acción educativa tiene como principal objetivo algo tan delicado y sutil como es conseguir que la voluntad del educando, libremente, decida hacer lo que debe, porque ello es bueno, porque es lo mejor.
Lo que le da un carácter peculiar a la acción educativa es la intencionalidad, en la que, tanto el educador como el educando deciden libremente, voluntariamente, colaborar en la tarea común. Por ello la voluntad de educar se manifiesta en la "autoridad" y la voluntad de educarse del educando da lugar a la "obediencia".
Pero estos términos autoridad y obediencia hoy están desvirtuados y no se entiende lo que significan en realidad. Autoridad (autoritas) deriva del verbo latino "augere" que significa: aumentar, acrecentar, enriquecer, infundir aliento. Por tanto, la autoridad es la actividad que hace posible y promueve la autodeterminación del educando, el ejercicio recto de su libertad, su adhesión voluntaria, intencional a la tarea de educarse, de mejorar. En una palabra provoca su obediencia.
Autoridad y amor
La tarea educativa es el gran servicio a los demás, pero no se puede comprender dicha actitud de servicio si no hay respeto por la persona del educando, si no existe una verdadera estima hacia él, si no se quiere, por encima de todo, su bien. Si falta cariño, amor, en los educadores, la educación queda reducida a proyección, a satisfacción propia.Y esta faceta educativa de la autoridad, el cariño, se capta con especial penetración si existe en el trato un factor fundamental: la delicadeza.
Autoridad y delicadeza
La delicadeza es finura, atención y exquisito miramiento con las personas o las cosas, en las palabras o en las obras. Por eso, atención es esperar o aguardar, saber mantenerse sereno, equilibrado, en la espera del resultado educativo.
Es saber, confiar, en que se está produciendo ya, y los resultados visibles aparecerán a su tiempo (cada persona tiene su tiempo), aunque la espera se prolongue, ser pacientes, evitando el ejercicio precipitado, la imposición de la autoridad. Atender es, también, acoger favorablemente, tener en consideración. Ambas actitudes conducen a escuchar de verdad, a comprender, a tratarle con cortesía natural, sin afectación a sonreír con naturalidad, con afecto...
El miramiento implica respeto. Respetar, como persona que es, su libertad. No coaccionarle moralmente. Es saber exigir, con suavidad y firmeza, lo que puede y debe dar de sí. El miramiento reflejado en obras lleva a ser delicado en las formas externas, a tratar con cuidado las cosas materiales (puertas, mesas, material) y, sobre todo las palabras.
La conducta delicada del educador se convierte en ejemplo y, el ejemplo, es el acto más genuino de la autoridad, el más delicado y el más eficaz.
La obediencia del educando
La intencionalidad del educando, su voluntariedad, su libertad y más tarde su amor y su delicadeza se manifiesta en su acto propio: la obediencia. Por la obediencia, se hace a sí mismo, autor de su propia educación, en dependencia libre y querida de la autoridad del educador.
Estas afirmaciones encuentran su punto de apoyo en el significado del término obediencia, que deriva del verbo latino "abaudire", que significa oír con espontaneidad, de una manera amistosa, con agrado. Por ello, la obediencia no debe ser pasiva. La pasividad degrada la obediencia, destruye la idea de inter-educación, de tarea conjunta, porque es el abandono -voluntario- de la propia voluntad, en la del otro, sin oposición.
Obtener el acto libre de obediencia es el cometido propio de la autoridad del educador. Para ello, es preciso que trate de hacer ver y llegue a captar, el educando, lo que de bueno y bien hay en lo que se le pide o sugiere. Hacer ver lo bueno de una acción, es demostrar que se quiere el bien para el otro, que se desea su bien.
Cuando se ordena con cariño, se obtiene prontamente la obediencia. No olvidemos lo dicho: la educación es tarea de amor. El motivo auténtico, tanto de la obediencia como de la autoridad, es el amor. El amor, no se puede instrumentalizar, es afecto verdadero y desinteresado por el otro, o no es amor, y se traduce en los modos de actuar, en una conducta que sabe ser delicada.
Mas tarde, será el educando el que se adelante en poner por si mismo el acto de obedecer y con ello estará adquiriendo definitivamente el carácter de autor, de persona madura. Estará haciendo posible el resultado educativo -que consiste- en querer hacer, libremente, lo que debe hacer, porque es bueno, porque es lo mejor. Habrá aprendido a querer. Su acto de obediencia, lejos de ser pasivo, se expresará según líneas precisas de mejora personal. Y ello se traducirá:
En obediencia activa en su trabajo
En obediencia a la verdad: en una interpretación rigurosa, precisa, científica, de los hechos. Sin dar cabida a la petulancia, al capricho, a la irresponsabilidad de la opinión sin fundamento, precipitada, inexacta, por falta de atención, por no escuchar con buena voluntad.
En obediencia que generará colaboración positiva en la relación con la autoridad y ello le llevará a la desaparición de esa otra actitud, tan actual, de la protesta destemplada o estrafalaria, convirtiéndose en un actuar noble y leal de quien obedece por convicción. Ser leal es una forma de obedecer, no teniendo miedo a exponer, serenamente, con sencillez y delicadeza, los fallos que el educando observe en los educadores.
Obedecer activamente será también poner iniciativa personal en encontrar modos de mejorar las cosas; proponer nuevas actividades; pedir orientación en las dificultades. En otros momentos, será también, saber aceptar con deportividad, sin rencor, la sanción impuesta.
La obediencia del educador y la autoridad del educando
Terminamos recordando, que tanto educador como educando son autoridades. Decíamos que la obediencia es la autoridad del educando. De algún modo, también, la autoridad es la obediencia del educador, ya que tiene que saber obedecer al educando en multitud de aspectos.
Pensemos en la necesidad del conocimiento y completa aceptación de su personalidad, de sus circunstancias, de sus posibilidades físicas, intelectuales, afectivas y morales. En la necesidad continua de ponerse a su nivel.
Eso sí, para que, a partir de ahí, el educador promueva, con su autoridad, la autoridad del educando, llevándole a mayores alturas, a su realización personal y a los niveles propios de la libertad y del amor, bien entendidos.
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