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DEPORTES  •  26-7-2004

Armstrong VI, Rey de Francia
Héctor Mendal (NJ)

El Tour de Francia 2004 ha tocado a su fin y hemos asistido a la confirmación de un fenómeno de la Naturaleza llamado Lance Armstrong. Nunca tuvo rivales en un Tour que dominó a su antojo y en el que demostró una ambición y unas dotes físicas impresionantes. Acumula ya seis triunfos consecutivos en la ronda gala, y apunta al Tour del año que viene.

El sexto: Armstrong ha superado las marcas de Anquetil, Merckx, Hinault e InduráinEl Tour de Francia es una carrera a la que hay que llegar excepcionalmente bien preparado: no hay que acudir pasado de forma, habiendo realizado un gran mes de junio, ni esperar a coger el tono adecuado en la primera semana, de etapas llanas; hay que comenzarlo en plena forma. A la vista está, a tenor de los resultados, que sólo Armstrong lo ha conseguido.

La edición de este año partía con un amplio elenco de corredores que, parecía, podían hacer sombra al americano. Ullrich, vencedor de la Vuelta a Suiza, quería ganar su segundo Tour; Hamylton, demostrar que su cuarto puesto del año pasado no fue sólo un espejismo; Mayo, convertirse en el sucesor de Perico Delgado; Heras, demostrar que sigue siendo uno de los mejores escaladores del mundo. Ninguno dio la talla.

Armstrong comenzó el Tour a tope, consiguiendo el segundo puesto en la etapa prólogo, en la que aventajó a Ullrich en 15 segundos y a Hamilton en 17. El americano avisaba: estaba allí para ganar su sexto Tour de Francia.

Existe una frase hecha que dice que el Tour no se puede ganar en la primera semana, pero sí puede perderse. Eso le ocurrió a Ibán Mayo. Tercera etapa, llana y, a priori sin complicaciones para los grandes del pelotón, salvo unos tramos de pavé. Ibán Mayo no olvidará el camino entre Waterloo y Wasquehal. Ya en tierras francesas, justo cinco kilómetros antes de que empezase el primer tramo de pavé, el escalador se fue al suelo. Una caída numerosa, en la que se llevó la peor parte Marco Velo, y pese a que sólo sufrió una raspadura, necesitó mucho tiempo para volver a la carrera. Por delante Phonak y, especialmente, el US Postal tiraron con todo para descolgar al vizcaíno y a Haimar Zubeldia, que también quedó cortado. Durante los 60 últimos kilómetros Camaño, Flores y Unai Etxebarría intentaron, con la ayuda de Credit Agricòle, reducir la renta, pero ésta se fue a los tres minutos y 52 segundos. Mayo decía prácticamente adiós al triunfo final a las primeras de cambio.

Armstrong brinda con champán en la última etapa del TourLa etapa siguiente, la contrarreloj por equipos, sirvió para que Armstrong se vistiese de amarillo. Su escuadra, el US Postal -el mejor equipo del pelotón internacional desde el gran Banesto de Miguel Induráin-, aventajó al Phonak de Hamilton en 1'07", al T-Mobile de Ullrich en 1'19" o al Liberty Seguros de Heras en 2'25".

Poco le duró el maillot amrillo a Armstrong: una escapada que se saldó con una diferencia de más de 12 minutos, en la etapa siguiente, se lo dió Thomas Voeckler, el Campeón de Francia, del equipo Boulangèrie. Tras ella, una serie de etapas en la que lo más destacado fueron los abandonos de Cipollini y de Petacchi, ambos con problemas físicos, y que sirvieron para demostrar que éste no iba a ser el Tour de los españoles: Flecha, Iker Flores y Mancebo se quedaron a las puertas de la gloria en la sexta y séptima etapa. La jornada de descanso del 12 de julio estuvo marcada por la expulsión de Stefano Casagranda (Saeco) y Martin Hvastija (Alessio) por estar relacionados con un delito de dopaje, la gran lacra del ciclismo.

En la undécima etapa, la antesala de los Pirineos, Flecha y Egoi Martínez pecaron de ingenuos ante el francés Moncoutie, que les robó el botín del triunfo. Al día siguiente llegaron los Pirineos y, con ellos, la primera gran estocada de Armstrong para ganar el Tour: La etapa acababa en La Mongie, de 1ª categoría. Armstrong pasó sin problemas el Aspin y barrió con su equipo (magnifico Azevedo) consiguiendo abrir unas enormes ventajas ante el derrumbe de sus principales rivales, como eran Ullrich (al que aventajó en 2'30"), Heras (2'57") y Hamilton (3'27"). La etapa se la llevó el italiano Basso, que colaboró en todo momento con su buen amigo Armstrong. El hijo del gran Marino Basso viene apuntando fuerte en el Tour desde hace un par de años y éste ha sido, finalmente, el de su consagración.

El agua, ese elemento que cala en los músculos de algunos corredores y merma especialmente sus fuerzas se alió con Armstrong en los Pirineos -el americano rinde mejor con una climatología lluviosa-. La siguiente etapa sirvió para demostrar que Armstrong podía ganar el Tour cuándo y como quisiese. Sólo Basso logró seguirle en la subida a Plateau de Beille. Ullrich cedió 2'42" y el resto de sus teóricos rivales dejó de serlo, enterrados entre los colosos pirenaicos: Heras se dejó 28 minutos en la carretera, y 38 Ibán Mayo. Digna de destacar la capacidad de sacrificio del líder Voeckler estando por delante de escaladores mucho más reputados que él, manteniendo el maillot amarillo, aunque con sólo 22 segundos de diferencia respecto a Armstrong. Hamilton, con problemas físicos debido a las caídas y con una depresión fruto de la muerte de su perro, también dijo adiós a la carrera. Posteriormente, lo haría Mayo, perdido en la general.

El 20 de julio se vivió uno de los espectáculos más bochornosos de los últimos años en la lucha por la general. Era una etapa rompepiernas, con final en Villard de Lans, un puerto de segunda categoría al que el pelotón iba a llegar muy castigado tras haber subido otros seis puertos en 180 kilómetros. Era la primera etapa alpina y Ullrich quiso demostrar que no había acudido al Tour de paseo: atacó de lejos, se marchó solo y presentó sus credenciales al podio pero, incomprensiblemente, el equipo de Basso (2º clasificado), en lugar de intentar atacar a Armstrong y marcharse con Ullrich, decidió parar a Voigt (que marchaba escapado) para tirar de Armstrong a falta de 50 kilómetros y echar abajo la escapada de Ullrich. Bjarme Rijs, director de CSC, rindió pleitesía al US Postal, colaborando en todo momento con el equipo del que, paradojas del ciclismo, era su enemigo.

De izquierda a derecha: McEwen, vencedor de la regularidad; Armstrong, de la general; Virenque, de la montaña y Karpets, mejor corredor joven"Aún queda montaña para atacar", decían los más excépticos. Montaña quedaba, en efecto, pero para que Armstrong siguiera arrasando a sus rivales. Lo hizo también en la crontrarreloj individual de L'Alpe D'Huez, donde consiguió su segunda victoria, aventajando en 1'01" a Ullrich, en 1'41" al emergente Kloden y en 2'22" a Basso. La siguiente etapa, la nº 17, era la reina del Tour, con el Col de Glandon, de 1ª categoría, La Madeleine, de categoría especial y la Coix de Fry, entre otros puertos que vieron cómo Armstrong sentenciaba, definitivamente, el Tour de Francia, consiguiendo su cuarto triunfo de etapa.

Así pues, al salir de los Alpes, la clasificación general quedaba con Armstrong como virtual vencedor del Tour, seguido del italiano Basso a 4'09", del alemán Kloden a 5'11" y de Ullrich a 8'08". El primer español era Mancebo, sexto a 11'45". Y llegamos por fín a la penúltima etapa del Tour: Contra Reloj Individual sobre 55 kilómetros, con sólo el pódium por decidir. La gran pregunta era si Ullrich lograría alcanzar alguno de sus dos objetivos: batir a Armstrong o subirse al cajón del podium. No hubo sorpresas; la contrarreloj de Besançon sólo vino a confirmar lo que todo el mundo ya sabíamos, que Lance Armstrong es de otra galaxia. Con su sexto Tour de Francia casi asegurado, el texano no se relajó y salió de la rampa de lanzamiento enrabietado a por su quinta victoria, un registro que jamás había conseguido en la 'Grand Boucle'. Finalmente, Ullrich acabó segundo a 1'01" y Kloden (3º a 1'27") le arrebató el segundo puesto en la clasificación general a Basso (6º a 2'50"). La clasificación general quedó, finalmente, encabezada por Armstrong, seguido de Kloden a 6'38", y de Basso a 6'59".

El resto de corredores, los "mortales" del pelotón, tuvieron que conformarse con repartirse el resto de maillots: Richard Virenque, indiscutible rey de la montaña por séptima vez, superó a Bahamontes y Van Impe; el ruso Karpets, esperanza del Illes Balears, se llevó la clasificación al mejor joven; el australiano Robbie McEwen fue el más regular. Los españoles Francisco Mancebo, Carlos Sastre y Oscar Pereiro, fueron los mejores representantes del ciclismo hispano en este Tour.

En definitiva, un Tour de Francia en el que Armstrong demostró, una vez más, estar por encima de todos sus rivales, a los que machacó etapa tras etapa. Con respecto a los españoles, sólo se pueden destacar las victorias de etapa de Aitor González y de Flecha, además del 6º puesto de Mancebo, el 8º de Carlos Sastre y el 10º de Óscar Pereiro. Qué lejos quedan los tiempos de Miguel Induráin.