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SOCIEDAD  •  31-5-2004

Un Licántropo en Galicia
Ángel Burbano (NJ)

O lo que es lo mismo un hombre-lobo. Con motivo de la última película de Paco Plaza rememoramos uno de los elementos más poderosos de la cultura colectiva, de las leyendas que pueblan nuestra Historia y de los miedos más deletéreos que podemos tener, la bestia en nuestro interior.

Me agrada saber que aún queda gente que no sólo busca en el pasado lo que formó parte de nuestra Historia sino que además la plasma de cara a nuestros tiempos. En este caso una película, "Romasanta". La cinta nos cuenta un hecho real fabulado en términos cinematográficos. Primero veamos el hecho real y luego critiquemos una película que ya anuncio merece la pena ir a ver.

Quizás así actuó RomasantaEl hombre-lobo es uno de mis seres preferidos, quizás porque es consanguíneo del alter ego vampírico. Gracias a la dualidad Dios-Diablo o Bien-Mal, el licántropo no ha muerto ni con la ciencia ni con la justicia. Todo lo contrario; tal es así que el caso que nos atañe ha pasado a la historia de nuestro país como el único criminal condenado por "hombre lobo".

Las metamorfosis son algo común en las personas tocadas por el Mal, porque el Diablo domina y puede ser varias bestias en una. No en vano, una de las denominaciones más antiguas del maligno bíblico es Belcebú que viene del hebreo BaŽal-Zebub, es decir, "Señor de las moscas". Insecto siempre muy cercano a los diablos del cristianismo. En la Edad Media muchos animales son ya caterva del diabólico: las ratas, los murciélagos, las serpientes (sobre todo en mujeres), los machos cabríos (gran representación del Diablo en los aquelarres gracias a la transformación cristiana, entre otros, del dios Sabazio) y los lobos. Amos de las llanuras, viven en manadas o se excluyen de ellas. Bajan cuando tienen hambre. Hijos de la noche. Bellos, enigmáticos y asesinos. Sus oleadas devastadoras de ganado han sido siempre mal designio; el cristianismo los colocó como el opuesto al cordero. Asesino depredador que entre otras cosas, cede ante las balas de plata (aconsejable que estén bendecidas) que van a su corazón. Convertirse en hombre lobo puede o no ser voluntario. Uno puede caer víctima de un sortilegio o ser miembro de la familia del mal por motu propio; bebiendo de charcos donde ellos han bebido, o de sus propias marcas dejadas en el suelo. Por supuesto, los hay malditos, los hijos de sacerdotes pueden llegar a estar condenados con este castigo por la trasgresión de su padre. O si de verdad se quiere, cubrámonos bajo una piel animal de lobo como cuentan relatos más que antiguos.

Como por ejemplo, los griegos. Con ellos el vocablo cobra vida. La palabra nos da una pista, sigámosla. Lobo viene del latín lupus pero ya antes los griegos designaron la licantropía (lykos más anthropos). Para entender a los griegos nos quedamos con su rey Licaón. Ruinas del Zeus LykaiosRey de Arcadia (allá por el Peloponeso). Para honrar a Zeus le construyó un templo en el "monte de los lobos". Dicho templo se llamó Zeus Lykaios y el dios supremo se debió quedar tan satisfecho que se sentó a la mesa del rey a comer con él. Pero la carne que comieron era de niño, por lo que Zeus se enfureció, y con razón, y como castigo transformó de por vida al rey Licaón. Para siempre sería un lobo brutal e insatisfecho. La cuestión es que desde entonces se hicieron sacrificios cada nueve años en ese templo en donde un hombre se transformaba en lobo por otros nueve años. Si soportaba su vida sin matar humanos, volvería a su condición natural. Tremendo y fantástico. Eran los tiempos de los dioses, pero en los días de Romasanta, la cuestión se debatía entre la religión y la ciencia médica. Esta última, fue la que podríamos decir, "arrancó de las garras del Diablo al licántropo para enmarcarlo en la mente enferma del hombre".

Es un poco esto último lo que rezuma la película de Paco Plaza. La historia es real. El asesino se llamaba Manuel Blanco Romasanta, nacido en Rigueiro de Esgos, Orense, el 18 de noviembre de 1809. De oficio buhonero (vendedor ambulante). Su trabajo le favorecía conocer gente, siempre en movimiento. Entre sus características profesionales, la película destaca la labor de trabajar la grasa animal. Romasanta fabricaba un ungüento grasoso muy apreciado en su época como medicamento casero e incluso mágico vendiéndolo en España y Portugal. Eran épocas donde la grasa servía para muchas cosas engranajes, etc. En el juicio real no se llegó a esclarecer que usara grasa humana, pero este personaje engrosó las listas de la figura legendaria del "Sacamantecas". No es el auténtico Romasanta como el personaje de la película. En realidad nos encontramos con alguien bajito y cristiano muy creyente. Dicho o no para salvarse en el juicio, Romasanta con la excusa o el maleficio de ser hombre lobo (que al parecer tenía fecha de caducidad, el 29 de junio de 1852), mató a unas catorce personas más o menos (enjuiciado por ocho crímenes). Entre las víctimas una pequeña de once años allá por la época de 1844-1850. En 1853, efectivamente fue condenado a muerte, más por asesino hombre lobo que por enfermo mental. Dos hombres lobo bien hechos Al cabo de un tiempo, quiero pensar que por presiones racionalistas, se le conmutó la sentencia por la cadena perpetua. Así murió, entre rejas. Unos dicen que en extrañas circunstancias (por un amor traicionero cuenta la película). Otros dicen que en forma de lobo escapó y... aún se le escucha aullar bajo la luna llena.

"Romasanta, La caza de la bestia" es bastante fiel y está muy bien escrita y dirigida. El relato cinematográfico se divide en dos partes, dos versiones de la historia. La primera versión sale de boca de uno de los dos compinches que decía el acusado tenía. Dos hombres llamados Antonio y Genaro, hombres lobo también. En la realidad no se supo de su existencia. En la película es Antonio quien nos cuenta cómo acabó siendo compañero de correrías lobeznas para posteriormente arrepentirse. ¿Y cómo salvar tu alma?, matando al malo de la película. El actor John Sarian (Antonio) se convierte en un Van Helsing armado con escopeta de balas plateadas, hasta que es capturado. La segunda versión de los hechos viene de la mano de los guionistas y el director que cuentan muy bien cómo se ganaba a sus presas. Un hombre respetable, alfabetizado, conocedor de caminos y por tanto transportista de gente que quería huir de sus vidas para mejorarlas. Me lo imagino en el bosque, en el momento apropiado, matando, descuartizando y enterrando los restos bajo la luna. Lavando sus manos ensangrentadas en aguas de una fuente encantada. Y para colmo tranquilizando a los familiares de los ya muertos, con cartas complacientes escritas por él. Es el crimen perfecto. Pero esos mismos parientes acabaron desconfiando. La justicia acabó con él. La segunda versión de los hechos contenida en la película nos cuenta una historia de amor virginal. De una mujer, Elsa Pataky, seducida por el buhonero lobo. Es ella la justiciera según la película. Bueno, los detalles del final no debo contarlos...

Sí debo alabar lo bien hecha que está la película. Buena ambientación, bien dirigida y con buena fotografía. Los actores principales, Elsa Pataky y Julian Sands no son santo de mi devoción. La primera porque todavía le puede la belleza, aquí bajo control; al segundo por ser un imitador de sí mismo en la ya larga carrera cinematográfica que lleva a sus espaldas. Para más datos hay que decir que es esta cinta hija de Brian Yuzna (Fantastic Factory), mítico creador de la película-saga Reanimator. Hay detalles que le delatan, su pasión por la sangre. Y un buen detalle. La buena transformación del lobo en hombre (no viceversa). Sin efectos pero complaciente. El hombre-lobo merece estar a la altura del vampiro. No en balde este último se puede transformar en esa bestia. Y el cine español ha dado dos joyitas. Una en 1970, El Bosque del lobo, dirigida por Pedro Olea. El hombre lobo era el mejor José Luis López Vázquez que hemos visto lejos de sus roles de comedia. Seria y dura, la obra de Pedro Olea muestra con gran realismo a la bestia entre las bestias. Basada también en Romasanta y para ser más exactos en la novela de Carlos Martínez Barbeito "El bosque de Ancines". La segunda nos llega ahora, Romasanta. Pienso yo, reivindicando que vuelvan las películas de fantasía, sean de amor o de horror. Tenemos en nuestra cultura una buena base de la que aprender. Europa les debe mucho a las hadas y a los vampiros. Y últimamente hay algunas películas basada en leyendas e -historias en torno a la hoguera-. El pacto de los lobos, La matanza de Texas... Unas son leyendas, otras hechos reales venidos a legendarios. En cualquier caso me quedo con el miedo que siento al dormir en una noche bajo la luna llena. ¿No se lo creen?, pues vayan al Archivo Histórico del Reino de Galicia y consulten la Causa 1788. Que Dios o los dioses nos pillen confesados.