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REPORTAJES  •  15-10-2003

Fardelejo, al Rico Fardelejo, Señora
Alejandro Gracia (NJ)

Son las 9:30 AM, por fin comienzo a abrir los ojos al escuchar la alarmante sintonía del despertador. Aunque es un día no lectivo, algo me dice que tengo que hacer algo especial. Que tengo que madrugar para desempeñar una nueva función, aunque la resaca de la celebración del primer día de las Fiestas de Nuestra Señora del Pilar lo hace un poco más complicado.

He quedado con unos compañeros a las 10:30 AM, amigos que también van a trabajar en el recinto ferial. Es una experiencia nueva para todos y una responsabilidad que no sabemos cómo afrontar.

Pronto, a las 11:00 AM, entramos en el Recinto Ferial de Zaragoza, con nuestros pases de expositores para formar parte del nómada mundo de los Stand de feria. Cada uno de nosotros va a trabajar en una parte distinta del recinto. Un compañero y yo, nos dirigimos al pabellón 1 de alimentación, mientras que los otros dos compañeros se dirigen al pabellón 4 de turismo.

Enseguida diviso mi puesto, es pequeñito, y lleno de cajas con Fardelejos que es un producto típico de la Rioja. Ese va ser mi sitio durante toda la feria, donde me voy a desenvolver, donde voy a conocer a un gran número de personas y donde voy a intentar sacar el mayor número de ventas.

Pero antes de llegar, me fijo en mi alrededor, y el mundo que me rodea es totalmente distinto a nada que hubiera visto. Existe un compañerismo excepcional, cada uno de los propietarios ultima la imagen de su puesto a la espera de que la feria abra su puertas.

Hay nervios entre los feriantes, ya que es el primer día, y nunca se sabe cómo va a ser la asistencia al recinto y si el puesto va a salir rentable.

A las 11:30, puntuales, entran los primeros visitantes; todos los feriantes les aguardan en sus puestos, con muestras de su producto y con muchas ganas de convencer a la gente.

El día se hace demasiado largo cuando sólo tienes una frase que decir, durante 10 h de horario de venta, así que la improvisación y el trato humano se convierte en lo más ameno del día.

Durante toda la jornada, recibes historias de todo tipo, la gente es muy cercana, y no sólo compran, sino que cada uno tiene una historia. En los momentos de más aburrimiento, siempre algún vecino de otro puesto te venía a hacer compañía con un platito de degustación de su stand.

La tarde avanza y las historias se amontonan, sobre todo por parte de los jubilados, quienes buscan mucho el trato personal y la historia de lo que vendes; es el público más difícil de convencer pero también del que más gratitud se recibe.

Son ya las 21:00 y ya no quedan visitantes en la feria, todo esta tranquilo y la conversación y el ruido es mucho más bajito. Todos los feriantes ordenan su puesto, cuentan sus arcas y ultiman con una pequeña tela y unas pinzas lo que va a ser el resguardo de su puesto. Hasta que, al día siguiente, la magia de la Feria vuelva a abrir sus puertas.