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MÚSICA 30-9-2003
La banda británica brindó un majestuoso concierto en la Feria de Muestras de Zaragoza
Rolling Stones, it's only Rock & Roll
Roberto Gómez (NJ)
"Buenas noches Zaragoza, estoy muy contento de estar aquí por primera vez". Con estas palabras, el mítico Mick Jagger saludaba a Zaragoza desde un escenario mastodóntico. Porque los Rolling Stones no sólo son grandes por su historia, sino por todo lo que llevan consigo. Además de levantar un escenario de 67 metros de largo por 28 de alto, y una pasarela central de más de 40 metros que terminaba en una plataforma de casi 100, los Rolling Stones llevaron a Zaragoza la grandeza que tiene vivir de cerca uno de los mayores espectáculos del momento.
Ni la lluvia, ni el frío, ni la austeridad de vivir un concierto al lado de la autopista mancharon el espectáculo "stoniano". Pero hubo que esperar a que el cuarteto saltara a la palestra, no sin antes poder disfrutar de Primal Scream, una banda con solera que lleva 14 años haciendo música. Como suele ocurrir en estos casos, los teloneros no pudieron demostrar toda su calidad debido al mal sonido que convivió con ellos durante los cincuenta minutos que estuvieron tocando. Pero la gente sabía a lo que iba a la Feria de Muestras, y mientras duró el concierto, se agrupaban en el suelo para esperar a que sus ídolos decidieran salir a tocar.
A las nueve y cuarenta minutos se desplegaba el cartel del "Licks World Tour 2003". En ese momento, ocho ascensores subían por la estructura metálica del escenario para situar otros tantos focos de luz que apuntaban directamente a los artistas. Y allí fue, en ese instante, cuando Jagger, Richards, Watts y Wood se dejaron ver en la Feria. "Gold Coast slaveship bound for cotton fields / Sold in a market down in New Orleans / Scarred old slaver..." Con esta canción, "Brown Sugar", daba comienzo el espectáculo. A sus pies, miles de incondicionales gritaban la letra de sus canciones. Los eternos secundarios, Ron Wood y Charlie Watts, iban a lo suyo. Keith Richards golpeaba su guitarra creando unos sonidos impresionantes. Y Mick Jagger, por quien no parece que pasen los años, saltaba, gritaba, corría y hasta hablaba español: "estoy triste porque este es nuestro último show en España... de momento". Era solo el comienzo.
Mientras seguían ofreciendo todo un repertorio de buenas canciones, Jagger iba cambiando de imagen tal cual le venía. Primero salió con unos pantalones negros ceñidos, una camiseta sin mangas de color celeste y una chaqueta amarilla. Más tarde, se puso una camisa también de color celeste, que se cambió luego por una roja. Incluso llegó a vestir con una camiseta negra donde se veía la característica lengua de los Rolling Stones y unas palabras donde se leía "Stones, Spain, Stones, Spain...". Un recuerdo de la amplia gira que han hecho durante los últimos meses por España.
Grandes clásicos
Pero este concierto tenía que ser diferente a los demás que se habían hecho en nuestro país. Así, cuando empezó a llover por segunda vez en la noche, desde el escenario se elevaron unas largas lenguas de fuego al son de "Sympathy for the devil", para posteriormente acceder hasta la plataforma central. Allí no había nada que pudiera protegerles del agua, y como brindis a la fiesta ofrecieron al público asistente al concierto una de las mejores canciones de la historia del rock, "Like a Rolling Stone".
 Y de vuelta al escenario principal, no sin antes chocar las manos de muchos incondicionales que se agolpaban a los lados de la pasarela central, cerca ya de llegar al final del espectáculo. Allí, sus satánicas majestades continuaron haciendo los delirios de miles de personas mientras en la pantalla gigante, situada en lo alto del escenario, comenzaban a verse imágenes de alto voltaje. Sí, comenzaba a sonar "Honky Tonk Woman", que junto a "Start me up" y la siempre aplaudida "Satisfaction" ponían el colofón final a una noche de fiesta. Claro que, no sin antes interpretar "Jumpin Jack Flash", el bis. Fuegos artificiales y fin del concierto.
Problema en la salida
Es seguro que durante las dos horas que duró el concierto nadie se acordó que luego había que volver hasta casa, y que eso no era tarea fácil. Ni mucho menos. Los que volvían en coche, y lo tenían aparcado dentro de la Feria de Muestras, el único problema que se encontraban era el de salir de la muchedumbre que se acumulaba en la carretera. Claro que, todo aquel que tuviera que coger el autobús, debería soportar unas interminables colas que, en algunas ocasiones, se hacían de más de una hora. Pero este no era el único inconveniente. ¿Hasta qué punto esto lo tenían controlado los organizadores? Pues no se sabe. Ahora bien, lo que seguro nadie duda es que ni el lugar ni las formas fueron las más apropiadas para albergar a 40.000 personas. Primero porque en la puerta de salida se hacían grandes tapones de gente, agravados por los vendedores de camisetas que se sentaban en el suelo en mitad de la calle, sumándole además que frente a la puerta estaba la carretera, y la gente tenía que cruzar a la explanada que servía de parking en frente de la Feria. Y segundo, porque el único medio que había para acceder a la Feria, a partir de las 7 de la tarde, era el autobús, y para volver luego a casa había que esperar colas interminables.
Igualmente hay que señalar que tiene mucho mérito preparar un concierto de estas características en apenas veinte días, y si algo falta en esta ciudad son lugares para concentrar a tantos miles de personas. Pero pediría que para otros conciertos se controlara los accesos de salida del concierto, porque alguno seguro que se asustó al encontrarse en la carretera con algún autobús de cerca.
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